El mítico almacén “Don Salomón”, ubicado en la tradicional esquina de Belgrano y Alvear, en la ciudad de Salta, está a punto de cerrar sus puertas después de 75 años de historia. Con él se va mucho más que un comercio: se despide una parte del alma del centro salteño, un punto de encuentro cargado de aromas, recuerdos y cultura traída desde Medio Oriente.
Fundado en 1950 por Salomón Issa Abud, un inmigrante sirio llegado desde Homs, el local comenzó como almacén mayorista y con el tiempo se transformó en un verdadero emblema de la gastronomía árabe en la provincia. Desde las hojitas de parra hasta el zaatar, pasando por el trigo burgol, el tahine y los pistachos de Irán, “Don Salomón” ofrecía productos que difícilmente se conseguían en otro lugar.
Mientras se liquidan los últimos frascos, el local huele a despedida. Quedan apenas algunos damascos, un poco de canela y esa mezcla de especias que impregnó el ambiente durante décadas. La atención, siempre personalizada y en manos de la familia, es otro de los recuerdos que se lleva este cierre: cálida, paciente, conocedora, con recomendaciones precisas según la receta o el antojo del día.
La noticia del cierre movilizó especialmente a la comunidad árabe de Salta, para quien el negocio fue un verdadero punto de referencia. No solo por los productos, sino por el lazo que se fue construyendo durante tres generaciones entre los dueños y los clientes. Esa confianza, tan difícil de encontrar en los tiempos que corren, formaba parte del ADN del almacén.
Don Salomón llegó joven y solo al Valle de Lerma. Desde allí, con mucho esfuerzo, logró traer a su familia desde Siria y construir una vida en Guachipas, donde tenía una finca en el paraje Alemania. En 1950 compró el local de Belgrano y comenzó una historia que cruzó décadas, transformaciones y modas, pero que nunca perdió su esencia.
El almacén resistió a las tarjetas, los códigos QR y las apps de pago. Aquí todo se anotaba en papel, con lapicera, como antes. La atención era sin apuro y las conversaciones podían ir desde cómo preparar un buen humus hasta comentar el precio del azúcar o el partido del domingo.
Con el cierre, se apaga también una parte de la vida barrial. Esa esquina, que funcionaba como comité vecinal improvisado, tribuna política y salón de debates sobre la vida cotidiana, ya no será lo mismo. Pasar por allí después de octubre será mirar un recuerdo.
Los frascos vacíos, los estantes de madera, el mostrador que fue testigo de miles de charlas y compras, y el cariño de generaciones de salteños quedarán en la memoria colectiva. “Don Salomón” no solo vendía productos, ofrecía pertenencia.
Aunque los ingredientes puedan conseguirse en otros lados, ningún lugar podrá replicar la mística de este almacén que mantuvo vivas las raíces árabes en el corazón de Salta. Su cierre deja un vacío difícil de llenar, pero también una historia que será contada una y mil veces.
Porque en cada receta, en cada mesa donde haya un plato de comida con historia, habrá un poco del legado de don Salomón y su querida esquina.