Aun sin puntos en juego, el clásico entre Central Norte y Juventud Antoniana volvió a demostrar que en Salta el fútbol mueve pasiones incluso en épocas de receso. El 0 a 0 que firmaron en el estadio Padre Martearena quedó rápidamente en segundo plano ante el interés que generó el choque entre los dos gigantes del fútbol local, que convocaron a cerca de diez mil espectadores en una tarde cargada de expectativa, color y necesidad de generar recursos económicos.
El encuentro se presentó como una oportunidad para que los clubes pudieran oxigenar sus arcas en un contexto donde, tanto para el “cuervo” como para el “santo”, los gastos no se detienen pese a la falta de competencia oficial. Con sueldos, viáticos y obligaciones operativas que siguen acumulándose, la dirigencia de ambos lados vio en este amistoso una manera directa de obtener fondos sin tener que esperar el regreso de los torneos nacionales. Y el público salteño respondió: familias, grupos de amigos, hinchadas y curiosos se acercaron al Martearena con un entusiasmo que contrastó con la paridad que finalmente quedó reflejada dentro del campo.
Desde temprano, el clima fue el de una fiesta clásica. Camisetas azul y negro mezcladas con las azulgranas, banderas en los accesos, vendedores ambulantes que aprovecharon la convocatoria y una previa que, aunque tuvo algunas escaramuzas menores, no pasó a mayores y permitió que el operativo policial se llevara adelante sin alteraciones de relevancia. El foco de atención estaba puesto en el comportamiento de la parcialidad azabache, ya que sus barras atraviesan divisiones internas desde hace meses. Aun así, el partido transcurrió sin incidentes significativos y el comportamiento general del público ayudó a que la jornada concluyera con tranquilidad.
En lo estrictamente futbolístico, el duelo dejó más interrogantes que certezas. Juventud Antoniana sufrió la expulsión de Ignacio Sanabria antes de la media hora de juego, una situación que en los papeles debía inclinar el trámite a favor de Central Norte. Sin embargo, el cuervo no encontró la manera de hacer valer el hombre de más y terminó chocando una y otra vez contra un rival que, replegado, supo cerrar los espacios y jugar con la ansiedad de su adversario.
Central manejó la pelota durante gran parte del complemento, pero la tenencia no siempre se transformó en profundidad. La falta de precisión en los metros finales, sumada a una serie de imprecisiones que se repitieron a lo largo del partido, impidió que el equipo dirigido por su cuerpo técnico interino encontrara un camino claro hacia el gol. Juventud, por su parte, mostró una versión austera pero ordenada, aferrado a la seguridad de su arquero Montero y al despliegue defensivo de un mediocampo que entendió que la prioridad era sostener el cero.
La jugada más clara del partido llegó en el segundo tiempo, y paradójicamente fue para Central Norte. Tras una buena maniobra individual de Gálvez por la banda, la pelota quedó servida para Berrondo, quien ingresó solo por el medio del área. Sin embargo, su definición se fue muy por encima del travesaño, desatando la desilusión de las tribunas cuervas, que ya se preparaban para gritar el gol. Esa acción, probablemente, fue lo más cercano que tuvo el amistoso a una emoción concreta.
Para el santo, el desarrollo del juego fue prácticamente un ejercicio de resistencia. Con un jugador menos durante más de una hora, la estrategia se centró en achicar espacios, cortar avances y apostar a alguna salida rápida que pudiera sorprender a Central. Pero cada intento fue quedando corto, y con el correr de los minutos el equipo antoniano empezó a sentir el desgaste físico. El dominio territorial de Central aumentó, aunque sin traducirse en chances claras, y el reloj terminó acomodándose a la falta de ideas de ambos.
La gente, aun así, acompañó. El colorido en las tribunas, el aliento constante y la sensación de volver a vivir un partido entre los dos clásicos rivales del fútbol salteño compensaron la carencia de emociones dentro del campo. En un año donde la actividad deportiva fue irregular y los clubes locales afrontaron serias dificultades económicas, este clásico amistoso funcionó también como recordatorio del peso cultural y social que tiene el fútbol en la provincia.
Más allá del resultado, la recaudación fue la gran ganadora de la tarde. Desde la organización señalaron que el balance económico fue favorable para ambas instituciones, que podrán utilizar ese ingreso para cerrar cuentas pendientes antes de fin de año. Ni Central Norte ni Juventud Antoniana atraviesan momentos holgados en materia financiera, y eventos como este representan un respiro necesario mientras esperan que los torneos oficiales vuelvan a ponerlos en movimiento.
En términos deportivos, el amistoso dejó la sensación de que ambos planteles deberán ajustar aspectos claves de cara al futuro. El cuervo, que volverá a jugar oficialmente a fines de enero por la Primera Nacional, sabe que necesitará mayor contundencia y claridad ofensiva para competir en un certamen exigente y extenso. Las falencias mostradas en el Martearena, aunque propias de un partido de pretemporada simbólico, encendieron algunas alarmas que el cuerpo técnico buscará corregir en las próximas semanas.
El santo, en cambio, mira hacia el Federal A con la expectativa de rearmarse y sostener una identidad de juego que le permita competir en un torneo siempre cambiante. La expulsión temprana de Sanabria distorsionó el plan previsto, pero el rendimiento defensivo dejó algunas notas positivas: temple, compromiso y una idea clara de resistencia organizada.
Por ahora, ambos clubes seguirán entrenando por unos días más antes de ingresar en receso hasta el 2026. Será una pausa necesaria tanto para jugadores como para dirigentes, quienes deberán elaborar estrategias para afrontar el próximo año, marcado por desafíos deportivos y económicos. Pero si el amistoso del Martearena dejó algún mensaje, es que el clásico salteño sigue vigente, moviliza multitudes y conserva un valor simbólico que excede cualquier resultado.
En una tarde sin goles pero llena de sentidos, Central Norte y Juventud Antoniana volvieron a regalar un capítulo de su histórica rivalidad. Y aunque el marcador no se movió, la convocatoria y el comportamiento del público confirmaron que, en Salta, el fútbol sigue siendo una de las expresiones más fuertes de identidad colectiva. Como suele decirse en la provincia, cuando el clásico se juega, el resto se detiene. Y esta vez, más allá del 0 a 0, la gente volvió a demostrarlo.