En una tarde hermosa en el Estadio Municipal de El Alto, Chile escribió otras de las páginas más sombrías de su historia futbolística.
La Roja cayó 2-0 ante Bolivia por la fecha 16 de las Eliminatorias Sudamericanas, sellando su eliminación del Mundial 2026 y confirmando su tercera ausencia consecutiva en una Copa del Mundo. Los goles de Miguel Terceros, a los cinco minutos, y Luis Monteiro, en el epílogo, fueron el epitafio de un equipo que nunca encontró rumbo bajo la conducción de Ricardo Gareca. La derrota, en la inhóspita altitud de 4.100 metros, no solo apagó el sueño mundialista, sino que expuso la fragilidad de un proyecto que naufragó en la falta de ideas y la incapacidad de competir.
El proceso de Gareca, que asumió con la promesa de resucitar a una selección en declive, resultó un fiasco. Con un rendimiento inferior al 20%, apenas una victoria en diez partidos (4-2 ante Venezuela) y una alarmante carencia de gol —solo nueve tantos en 16 fechas—, Chile se hundió en el último lugar de la tabla con 10 puntos y una diferencia de -14.
La Roja, que supo brillar con la Generación Dorada bicampeona de América, no encontró recambio ni identidad. Jugadores como Alexis Sánchez y Arturo Vidal, últimos bastiones de aquella era gloriosa, mostraron más corazón que fútbol, mientras las nuevas promesas, como Lucas Assadi o Lucas Cepeda, quedaron opacadas por la desorganización colectiva.
La caída ante Bolivia fue la crónica de una muerte anunciada. Desde el pitazo inicial, Chile se vio superado por un rival que, aunque limitado, supo explotar la altitud y las grietas de una defensa torpe, con Igor Lichnovsky y Gabriel Suazo desbordados. El tempranero gol de Terceros, un zurdazo al ángulo, marcó el tono de un partido donde La Roja careció de reacción. En el segundo tiempo, los intentos de Gareca por revertir el marcador con cambios ofensivos, como el ingreso de Víctor Dávila, chocaron contra la solidez de Carlos Lampe y la falta de claridad chilena. El tanto de Monteiro en el minuto 90 fue solo la puntilla a un equipo que ya vagaba sin alma.
El público chileno, que llenó de ilusión el Estadio Nacional en el reciente 1-0 ante Argentina, descargó su frustración en las redes sociales. Hinchas y analistas coincidieron en que este es el punto más bajo de la selección en décadas, un “papelón histórico” en una eliminatoria que ofrecía seis cupos directos y un repechaje. La gestión de la ANFP, liderada por Pablo Milad, y la falta de un proyecto a largo plazo fueron señaladas como cómplices de este desastre. Las críticas también apuntaron a Gareca, cuya salida parece inminente debido a una cláusula contractual ligada a la clasificación.
La eliminación no solo marca el fin de las aspiraciones para el Mundial de Canadá, Estados Unidos y México, sino que abre un abismo de incertidumbre. Con dos fechas por jugar —ante Brasil de visita y Uruguay en casa—, Chile enfrenta el riesgo de cerrar las Eliminatorias como el peor equipo de Sudamérica, un estigma impensable para un país que hace una década soñaba con ser potencia mundial. La ausencia de recambio generacional, con figuras como Eduardo Vargas fuera de la convocatoria y un Alexis Sánchez en el ocaso, refleja la crisis de un fútbol chileno que no supo capitalizar el legado de 2015 y 2016.
El desafío ahora es la reconstrucción. La Federación debe replantear su modelo, apostar por juveniles y buscar un técnico capaz de forjar una nueva identidad. Mientras el mundo del fútbol se prepara para el Mundial 2026, Chile se quedará en casa, mirando un torneo al que no asiste desde Brasil 2014. Este nuevo fracaso no es solo deportivo: es el réquiem de una generación que prometió tocar el cielo y terminó estrellándose contra el suelo. La Roja necesita un renacer, pero el camino será largo y doloroso
