El clima político nacional volvió a cargarse de electricidad este viernes luego de un fuerte cruce entre Patricia Bullrich y Cristina Fernández de Kirchner, que rápidamente tomó protagonismo en redes sociales y en los pasillos del Congreso. El disparador fue el índice de inflación nacional de noviembre, que marcó un 2,5% y abrió nuevamente la discusión sobre el rumbo económico del país, una cuestión que atraviesa la vida cotidiana de millones de argentinos y que en el Norte, especialmente en Salta, se siente con una intensidad particular.
La expresidenta publicó un análisis crítico sobre el dato difundido por el organismo estadístico nacional, cuestionando la sostenibilidad del programa económico vigente y poniendo en duda que la desaceleración observada responda a un plan sólido. Según su mirada, el actual esquema no garantiza estabilidad ni protección del ingreso real de trabajadores y jubilados, preocupaciones que en provincias como Salta se reflejan día a día en comercios, mercados y hogares que ajustan gastos para llegar a fin de mes.
La respuesta de Bullrich no se hizo esperar. Desde su cuenta en X, la jefa del bloque de La Libertad Avanza lanzó un mensaje directo y de tono áspero hacia la exmandataria, reivindicando el trabajo del Gobierno para ordenar lo que consideró “un legado de desequilibrios acumulados”. La senadora insistió en que la administración actual se encuentra enfocada en corregir distorsiones heredadas, desde la inflación hasta los desajustes fiscales, y planteó que los resultados, aunque todavía insuficientes para muchos sectores, forman parte de un proceso de estabilización más amplio.
Este cruce, lejos de ser un episodio aislado, vuelve a poner en primer plano la centralidad de la economía en la disputa política argentina. Los precios, las tarifas, la situación del empleo y la pérdida del poder adquisitivo se han convertido en argumentos que oficialismo y oposición interpretan a su manera, buscando instalar sus lecturas en una sociedad que observa con cansancio cómo los números del INDEC se transforman en munición diaria de la pelea política.
En Salta, donde la inflación impacta con fuerza en el bolsillo, el debate nacional se siente de cerca. Comerciantes de barrios como la zona sur, Tres Cerritos o San Luis señalan que, aunque el ritmo de aumentos parece haberse moderado, las familias siguen ajustando consumos y priorizando lo básico. Los sueldos, que en muchos casos no acompañan la variación de precios, obligan a decisiones difíciles que marcan la realidad cotidiana y alimentan la incertidumbre sobre lo que vendrá.
El intercambio entre Bullrich y Cristina Kirchner también evidencia cómo las redes sociales se han consolidado como escenario principal de disputa, donde cada dirigente intenta marcar agenda en tiempo real y donde un mensaje puede desatar una cadena de reacciones en cuestión de minutos. En un país altamente polarizado, incluso un dato técnico como el índice mensual de inflación se convierte en un campo de batalla ideológica.
Mientras tanto, los ciudadanos observan el panorama con una mezcla de frustración y expectativa. La pregunta sigue siendo la misma: si el bolsillo va a aflojar o seguirá ajustado. En un contexto donde la economía es el tema dominante y la política no logra acuerdos mínimos, cada punto de inflación se vuelve un termómetro del humor social.
Aunque probablemente este cruce quede pronto opacado por el próximo episodio de tensión entre oficialismo y oposición, deja en claro que el debate por el rumbo económico seguirá ocupando el centro de la escena. Y en tanto la inflación no dé un respiro contundente, la pelea por el relato seguirá tan vigente como la preocupación de la gente por llegar a fin de mes.
