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ELECCIONES GENERALES

Más de 60.000 bolivianos votan en Buenos Aires mientras Bolivia define un nuevo rumbo político

Casi ocho millones de ciudadanos bolivianos, entre ellos una gran comunidad radicada en Argentina, participan de unos comicios marcados por la incertidumbre política

Más de 60.000 bolivianos votan en Buenos Aires mientras Bolivia define un nuevo rumbo político

Este domingo, Bolivia enfrenta una de las elecciones más decisivas de su historia reciente, con más de 7,9 millones de ciudadanos habilitados para votar tanto dentro como fuera del país. En territorio argentino, la comunidad boliviana también cumple un rol clave: sólo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se estima que más de 60.000 personas están habilitadas para sufragar en 24 escuelas designadas como centros de votación.

En un clima electoral cargado de tensiones y expectativas, los comicios se desarrollan en un contexto de fuerte crisis económica, con un sistema político profundamente fragmentado y con el Movimiento al Socialismo (MAS) fuera de competencia, por primera vez en dos décadas. La elección no sólo definirá al nuevo presidente y vicepresidente, sino también renovará por completo la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Con el país sumido en su peor recesión económica de los últimos cuarenta años y una ciudadanía cada vez más polarizada, los bolivianos enfrentan una disyuntiva clave que podría marcar el final de una era política dominada por el MAS, y abrir la puerta a un nuevo ciclo con fuerte impronta opositora.

En Salta y en otras provincias del norte argentino, como Jujuy y Tucumán, la colectividad boliviana también mantiene una participación política activa. Aunque en esta oportunidad no se habilitaron centros de votación en la provincia, muchos ciudadanos bolivianos residentes en Salta se trasladaron a Buenos Aires para poder ejercer su derecho al voto.

La migración boliviana en el país ha ido creciendo sostenidamente desde los años noventa, y en provincias fronterizas como Salta, su influencia se hace sentir no sólo en lo cultural y económico, sino también en lo político. La posibilidad de votar desde el exterior es valorada por la comunidad como un vínculo vital con su país de origen, y este tipo de jornadas suelen movilizar a miles de personas que viajan, organizan grupos y se acompañan mutuamente para emitir su sufragio.

El dato saliente de estas elecciones es la ausencia del MAS, el partido fundado por Evo Morales, que por años fue la fuerza dominante de la política boliviana. Morales, inhabilitado para competir, mantiene un tenso distanciamiento con el presidente saliente, Luis Arce, quien también quedó fuera de la contienda electoral por decisión judicial.

Lo que comenzó como un frente unificado terminó en fracturas internas, acusaciones cruzadas de traición y, finalmente, una elección sin el sello tradicional del “socialismo del siglo XXI”. Esta situación dejó el camino libre para nuevos actores y la posibilidad concreta de un giro hacia la derecha en el escenario político del país vecino.

Entre los candidatos con mayores chances, según las encuestas más recientes, se encuentran Samuel Doria Medina, un empresario de centro-derecha que se presenta como socialdemócrata, y Jorge "Tuto" Quiroga, ex presidente y ferviente opositor al modelo político de Evo Morales. Ambos aparecen muy parejos en intención de voto y podrían ir a una segunda vuelta, según los pronósticos.

Sin embargo, las encuestas han fallado en elecciones anteriores, y un número significativo del electorado —alrededor del 33%— se muestra indeciso o inclinado a votar en blanco o anular su sufragio. Este segmento será clave para definir si habrá balotaje y qué figuras capitalizarán ese descontento o desinterés.

En ese mar de incertidumbre, un nombre que empieza a resonar con fuerza es el de Andrónico Rodríguez, de la Alianza Popular. Joven dirigente cocalero y con una línea política cercana al MAS, se presenta como el heredero del proyecto popular, aunque sin el aval de la sigla oficialista. Su figura genera simpatía en sectores rurales y urbanos que no se sienten representados por las opciones tradicionales, pero que siguen apostando por un Estado fuerte y una agenda social activa.

Si bien Rodríguez no aparece como favorito en los primeros sondeos, el alto porcentaje de indecisos y el descontento general podrían jugarle a favor y colocarlo sorpresivamente en una segunda vuelta.

Las divisiones internas dentro del movimiento que llevó a Evo Morales al poder, sumadas a las acusaciones de golpe de Estado en 2019, dejaron heridas abiertas en la política boliviana. Lo que alguna vez fue una coalición sólida entre movimientos sociales y sectores populares, hoy es un entramado de disputas, liderazgos enfrentados y estrategias sin cohesión.

Ese desgaste fue aprovechado por sectores de la oposición tradicional, que ahora vuelven al ruedo con propuestas de libre mercado, institucionalismo y alineamiento internacional, en contraste con la política exterior más autónoma y regionalista del MAS.

La diáspora boliviana juega un papel cada vez más relevante en la definición del mapa político. Con casi 370.000 ciudadanos habilitados para votar en 22 países del mundo, el voto exterior ya no es simbólico: puede definir bancas legislativas y, en escenarios reñidos, incluso el resultado presidencial.

En Argentina, hogar de la mayor comunidad boliviana fuera de su país, se vive esta elección con intensidad. Para muchas familias salteñas con raíces en Bolivia, la política del país vecino sigue siendo una preocupación cotidiana. Por eso, a pesar de las distancias, las complicaciones de transporte y los obstáculos burocráticos, miles de personas se organizaron para participar.

Los centros de votación en la Ciudad de Buenos Aires —distribuidos en distintos barrios con fuerte presencia boliviana— fueron escenario de largas filas y un ambiente de entusiasmo. El sentido de pertenencia y el compromiso político cruzan fronteras cuando se trata de elegir el rumbo del país que los vio nacer.

Con los resultados aún en desarrollo, Bolivia se encamina hacia un posible cambio de ciclo. Lo que está en disputa no es solo un nuevo gobierno, sino también el modelo de país: uno más liberal y orientado al mercado o uno con fuerte intervención estatal y protagonismo de los sectores populares.

El resultado será observado de cerca por toda la región, incluyendo Salta y el norte argentino, donde la relación con Bolivia —ya sea a través del comercio, la cultura o la migración— tiene un peso cotidiano.


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