La tarde del miércoles terminó de la peor manera en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde un elevador hidráulico utilizado para asistir a pasajeros con movilidad reducida se desplomó repentinamente y dejó seis personas heridas, entre ellas trabajadores que estaban realizando la maniobra. El episodio puso bajo la lupa los controles de seguridad y abrió un fuerte interrogante sobre el mantenimiento de los equipos que se usan a diario en los aeropuertos del país.
El accidente ocurrió poco después de las 14.50, minutos después de que el vuelo AR 1875 de Aerolíneas Argentinas —proveniente de Ushuaia— aterrizara sin inconvenientes. Entre los pasajeros se encontraban tres personas que requerían asistencia especial: un matrimonio y una mujer mayor, quienes debían descender mediante un elevador hidráulico provisto por Intercargo, la compañía responsable del servicio de rampa y asistencia en tierra.
La maniobra transcurría con normalidad hasta que la plataforma alcanzó una altura estimada entre seis y siete metros, suficiente para alinearse con la puerta del avión. En ese momento, y según relataron fuentes aeroportuarias, el mecanismo presentó una falla abrupta que provocó que toda la estructura cediera de golpe. La caída fue inmediata y no dio margen de reacción, impactando de lleno tanto a los pasajeros como a los empleados que estaban operando el elevador.
Los tres pasajeros resultaron con politraumatismos y debieron ser asistidos de urgencia por personal médico del propio aeropuerto. La situación fue aún más delicada para dos trabajadores: uno sufrió una fractura expuesta y otro lesiones graves en tibia y peroné. Un tercer operario también debió recibir atención por heridas de menor consideración. La escena generó conmoción entre quienes transitaban la zona de pista, mientras se activaban los protocolos de emergencia.
En pocos minutos, equipos sanitarios, Bomberos, Policía Federal y la dotación de rescate del aeropuerto se concentraron en el lugar para brindar asistencia inmediata y asegurar el área. Las seis personas fueron derivadas al Hospital Eurnekian, donde continuaron su atención bajo supervisión médica. El rápido despliegue permitió controlar la emergencia, aunque la preocupación por la naturaleza del accidente se instaló entre trabajadores y pasajeros.
Aerolíneas Argentinas confirmó más tarde que realizará un reclamo formal a Intercargo, al considerar que la responsabilidad operativa y de mantenimiento del elevador recae exclusivamente en esa empresa. Desde la línea aérea señalaron que el servicio de asistencia para pasajeros con movilidad reducida es un punto crítico en los procedimientos de arribo y que una falla de este tipo reviste extrema gravedad.
El incidente dejó en evidencia la necesidad de revisar los protocolos y la infraestructura vinculada a la asistencia aeroportuaria. Los elevadores hidráulicos son equipos esenciales para garantizar accesibilidad y seguridad a personas que no pueden utilizar las escaleras tradicionales. Su uso cotidiano los convierte en maquinaria exigida, que requiere controles estrictos y permanentes para evitar fallas mecánicas.
Mientras tanto, la División de Investigación de Siniestros inició las pericias para determinar con precisión qué provocó el colapso del elevador. Se analizarán los registros de mantenimiento, el historial técnico del equipo, las condiciones de operación y la secuencia de maniobras realizadas instantes antes del desplome. Estos informes serán clave para establecer responsabilidades y evitar que una situación similar vuelva a repetirse.
El hecho encendió distintas alertas internas dentro del sector aeronáutico. Por un lado, expuso la importancia de mantener actualizados los protocolos de inspección y de garantizar que todos los equipos operativos cumplan estándares de seguridad adecuados. Por otro, abrió un debate sobre la inversión en infraestructura aeroportuaria, un tema que suele quedar relegado hasta que un accidente de esta magnitud revela sus puntos débiles.
También se generó un fuerte impacto entre trabajadores de empresas aeronáuticas y de servicios en pista. Muchos de ellos insistieron en la necesidad de reforzar los controles previos al uso de equipos hidráulicos, sobre todo en aeropuertos con alto volumen de operaciones donde la presión por mantener los tiempos de arribo y salida es constante. Aunque el procedimiento con pasajeros con movilidad reducida requiere especial cuidado, una falla mecánica como la registrada en Ezeiza escapa a la capacidad de reacción de los operarios.
El accidente, además, puso en primer plano la importancia de garantizar accesibilidad segura en todos los aeropuertos del país. Para muchos pasajeros, especialmente adultos mayores o personas con discapacidades, estos equipos son imprescindibles para poder viajar. Por eso, cualquier desperfecto tiene un impacto directo en la confianza y en la percepción de seguridad del sistema aeronáutico en su conjunto.
Si bien las investigaciones recién comienzan, el episodio ya generó repercusiones internas y se espera que haya revisiones más amplias sobre el estado de los equipos utilizados para el traslado de pasajeros con movilidad reducida. La expectativa es que las pericias definan si se trató de una falla puntual o si existen problemas estructurales que deban ser abordados de manera urgente.
Por ahora, el desplome del elevador en Ezeiza deja una advertencia clara: los mecanismos destinados a brindar asistencia deben operar con absoluta fiabilidad. Cualquier error puede traducirse en lesiones graves, como quedó demostrado en este caso. Una revisión profunda del sistema y sus controles parece indispensable para que incidentes de este tipo no vuelvan a repetirse y para que la seguridad de los pasajeros —sobre todo los más vulnerables— esté garantizada en cada viaje.
