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Mundial de Clubes

La eliminación de River y Boca son un reflejo de la decadencia del fútbol argentino

El colmo de la ironía es que, mientras ambos clubes soñaban con cruzarse en una final épica, el único cruce confirmado se dará en el aeropuerto de Ezeiza. Papelón.

La eliminación de River y Boca son un reflejo de la decadencia del fútbol argentino

La eliminación de River Plate y Boca Juniors en la fase de grupos del Mundial de Clubes 2025 es un golpe brutal que expone, sin filtros, la decadencia del fútbol argentino y la absoluta ineptitud de los dirigentes de la AFA.

 

Ambos clubes, considerados los gigantes del continente, han quedado humillados en el escenario mundial, demostrando que el nivel competitivo de la Primera División argentina está a años luz de la élite global. River, con un grupo accesible, no pudo siquiera marcar un gol contra un equipo europeo como Inter de Milán y cayó patéticamente.

Ante Monterrey, un equipo mexicano que no debería representar un obstáculo insalvable para un club de su supuesta jerarquía, no pasó del empate. Boca, por su parte, protagonizó un papelón histórico al no poder superar a Auckland City, un equipo de jugadores semiprofesionales, con un gol de un defensor-profesor neozelandés que pidió licencia para disputar el certamen. 

Esta doble eliminación no es un accidente; es el reflejo de un fútbol argentino estancado, donde la falta de planificación, la improvisación y el amiguismo dirigencial han erosionado cualquier atisbo de competitividad. La AFA, liderada por Claudio Tapia, ha demostrado una y otra vez su incapacidad para defender los intereses de los clubes argentinos en el ámbito internacional.

Su nula influencia en la Conmebol y la FIFA deja a los equipos a la deriva, sin peso político ni respaldo arbitral, como se vio en los arbitrajes dudosos que han favorecido a clubes brasileños en el pasado. Los dirigentes de River y Boca, lejos de asumir responsabilidades, se esconden detrás de excusas vacías, mientras sus planteles, mal armados y carentes de jerarquía, no están a la altura de competencias de primer nivel.

El colmo de la ironía es que, mientras ambos clubes soñaban con cruzarse en una final épica, lo único que compartirán será el aeropuerto de Ezeiza, volviendo juntos con las manos vacías, humillados y sin excusas. El fútbol argentino necesita una revolución estructural: mejores torneos, inversión en inferiores, y dirigentes que prioricen el deporte sobre sus intereses personales. Hasta que eso ocurra, River y Boca seguirán siendo grandes en el relato, pero pequeños en la cancha global.

 


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