Juan Grabois, líder del Frente Patria Grande, ha decidido lanzarse como candidato a diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires en las elecciones del 26 de octubre, un anuncio que, lejos de fortalecer la oposición al gobierno de Javier Milei, amenaza con profundizar las grietas internas en Unión por la Patria.
Con un discurso que oscila entre la retórica combativa y el cálculo político, Grabois condiciona su participación a encabezar una lista de unidad en el frente peronista, pero no duda en blandir la amenaza de competir por afuera si no logra imponer sus términos. Esta jugada, revestida de principios, huele más a oportunismo que a estrategia colectiva.
El dirigente, conocido por su retórica de barricada, aseguró que está dispuesto a ceder su candidatura si aparece un contendiente que “mida mejor” en las encuestas. Sin embargo, su tono desafiante hacia el resto de los sectores de Unión por la Patria –“no los vi peleando contra Milei como nosotros”– revela una postura que, más que buscar consensos, parece destinada a marcar la cancha y posicionarse como el único paladín de la resistencia al oficialismo.
¿Es esto un genuino llamado a la unidad o un ultimátum que anticipa una ruptura?
Grabois insiste en que su prioridad es “oponerse a Milei y derrotarlo”, pero su ambigüedad sobre si competirá dentro o fuera de Unión por la Patria –mientras subraya la existencia de su propio partido, Patria Grande, y su plataforma Argentina Humana– sugiere que su lealtad al frente peronista es, en el mejor de los casos, condicional. Esta indefinición no solo refleja una falta de compromiso con la coalición que dice defender, sino que también alimenta las sospechas de que su candidatura podría ser un vehículo para blindarse con fueros parlamentarios, como ya murmuran algunos en las redes sociales.
En un contexto donde la oposición necesita cohesión para enfrentar un oficialismo que, con todos sus tropiezos, mantiene una base de apoyo sólida, la irrupción de Grabois como candidato parece más un ejercicio de narcisismo político que un aporte a la construcción colectiva. Su historial de confrontaciones internas y su afán por presentarse como el único garante de la lucha popular no hacen más que debilitar a Unión por la Patria, un espacio ya tensionado por las disputas entre el kirchnerismo, el massismo y el kicillofismo. Si Grabois realmente priorizara la derrota de Milei, como proclama, optaría por fortalecer la unidad en lugar de amenazar con romperla.
El peronismo bonaerense, que debería ser un bastión de resistencia, no necesita más liderazgos mesiánicos ni candidaturas que prioricen el ego sobre la estrategia. Grabois tiene la oportunidad de demostrar que su compromiso con la “patria grande” es más que un eslogan, pero su ultimátum electoral apunta en la dirección opuesta.