El horror que dejó el triple crimen de La Matanza no se detiene. Esta semana, la casa de Lara Morena Gutiérrez —una de las tres chicas halladas sin vida en Florencio Varela— fue blanco de un ataque a balazos. El hecho ocurrió el miércoles por la tarde, cuando un motociclista pasó frente al domicilio y disparó varias veces, generando pánico en la familia que aún no termina de procesar la pérdida.
El violento episodio ocurrió a solo días de confirmarse que los cuerpos encontrados pertenecían a Morena Verri (20), su prima Brenda Loreley del Castillo (20) y Lara Gutiérrez (15). Las jóvenes habían sido reportadas como desaparecidas, y su aparición sin vida en una zona descampada de Florencio Varela sacudió al país entero. La principal hipótesis apunta a un posible ajuste de cuentas vinculado al narcotráfico, aunque la investigación continúa abierta.
La hermana de Lara fue quien dio a conocer el nuevo ataque a través de sus redes sociales. Además de denunciar el hecho, compartió un mensaje cargado de angustia, en el que dejó entrever que hay datos relevantes que podrían contribuir a esclarecer el caso. Si bien no brindó detalles, sus palabras despertaron preocupación y sumaron más interrogantes a una historia ya marcada por la tragedia.
El clima que se vive en el entorno familiar es de temor e incertidumbre. Según se informó, la madre y la tía de Lara se acercaron a una dependencia policial en la zona de La Tablada para radicar la denuncia y pedir protección. Ambas manifestaron que la situación es insostenible, y que sienten que la vida de los integrantes de la familia corre peligro. "Están asustadas", fue la frase que más se repitió en los relatos cercanos a la familia.
La reacción de la madre fue inmediata: abandonó una protesta en la que exigía justicia por su hija para salir desesperada en busca de seguridad. Con otros cinco hijos bajo su cuidado, la mujer teme que la violencia vuelva a golpear su puerta. El ataque, sumado a las amenazas previas, refuerza la idea de que hay más involucrados y que los responsables podrían seguir libres.
El caso ha generado una ola de indignación a nivel nacional, pero especialmente en barrios donde la inseguridad, el narcotráfico y la falta de presencia estatal son moneda corriente. Si bien La Matanza y Florencio Varela quedan lejos de Salta, los salteños conocen bien lo que significa vivir bajo el miedo de las mafias narco que operan impunemente en las periferias urbanas. Lo que pasó allá podría pasar acá, y ese paralelismo inquieta.
Con el correr de los días, la historia de las tres chicas asesinadas comenzó a revelar una trama más compleja de lo que se pensaba. La juventud, la vulnerabilidad social y las redes criminales parecen haberse cruzado en un contexto marcado por la marginalidad. Lara, con apenas 15 años, tenía una vida por delante. Su familia insiste en que no tenía ningún vínculo con actividades delictivas, y que simplemente fue arrastrada por estar en el lugar equivocado, con las personas equivocadas.
Morena y Brenda, por su parte, también eran jóvenes con sueños. Las tres habían salido juntas y nunca regresaron. El hallazgo de sus cuerpos —atados, con signos de violencia y descartados en un descampado— conmocionó por su brutalidad. La noticia llegó incluso a movilizar a colectivos feministas, organizaciones barriales y vecinos que salieron a las calles para reclamar justicia y respuestas.
Sin embargo, los días pasan y la investigación avanza con lentitud. Aunque se manejan hipótesis firmes, hasta el momento no hay detenciones confirmadas ni pruebas concluyentes que permitan cerrar el caso. En ese contexto, los ataques como el sufrido por la familia de Lara generan sospechas de encubrimiento, amenazas y silencios obligados.
En redes sociales, muchos usuarios expresaron su solidaridad con los familiares y también su preocupación por la escalada de violencia que atraviesa algunos sectores del conurbano bonaerense. “Esto no es un caso aislado”, escribió una joven que conocía a una de las víctimas. “Nos están matando y nadie hace nada”.
A esta altura, la familia de Lara ya no solo pide justicia: también pide protección. Y lo hacen con razón. En un país donde los femicidios y los crímenes narcos se mezclan en una espiral de impunidad, quienes denuncian quedan expuestos y desprotegidos. A eso se suma la lentitud del sistema judicial, la falta de contención del Estado y la escasa presencia policial real en los barrios donde más se necesita.
El caso del triple crimen de La Matanza seguirá dando que hablar, no solo por su crudeza sino por todo lo que simboliza. Es el reflejo de un país en el que la vida de los jóvenes parece valer poco, y donde la justicia muchas veces llega tarde, si es que llega.
Mientras tanto, la familia de Lara resiste como puede. Con miedo, sí. Pero también con la convicción de que no van a dejar que su historia quede en el olvido. Porque detrás de cada nombre, de cada foto en redes, hay una vida que fue arrebatada. Y eso, por más que duela, hay que contarlo.