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PREOCUPANTE

Lo mataron sicarios por una deuda y el que encargó el crimen estaba al pie del cajón en su velatorio

Diego Parada ingresaba telas al país, por pasos ilegales y estaba ligado al narcotráfico.

Lo mataron sicarios por una deuda y el que encargó el crimen estaba al pie del cajón en su velatorio

“Orán se está convirtiendo en Sinaloa”. La oración, que antes sonaba descabellada, es una frase que se escucha cada vez con más frecuencia en la zona fronteriza del país, un fenómeno impulsado por las organizaciones que operan en ese extremo de la Argentina vinculadas al contrabando y al narcotráfico. “El panorama es desolador”, dicen.

En ese contexto, un crimen sicario resulta paradigmático en la ciudad habitada por unas 140 mil personas: el de Diego Parada, un bagayero que tenía en su casa un circuito cerrado de cámaras de seguridad, colocadas en todas las esquinas de la propiedad. El trabajador ilegal, también vinculado al narcotráfico, no salía sin su arma en la cintura. La cargaba, incluso, en los encuentros de café con sus hermanos. El motivo era claro: tenía miedo.

Pese a todos los recaudos, su ejecución se hizo efectiva el 21 de octubre de 2019, sobre Chaco y Santa Fe, a escasos metros de su hogar. Ese día, el sonido del disparo provocó un revuelo a la hora de la cena. Los vecinos se levantaron de las sillas en la vereda y se metieron “para adentro” según reconstruyó la investigación.

Tras el “reventón”, se escucharon los gritos de Dulce Block. Pedía ayuda. Parada yacía inconsciente en el asiento del conductor de una Kangoo roja que llevaba los vidrios bajos por el intenso calor.

El tiro le había atravesado el hombro izquierdo. Los sicarios, dos hombres en moto que llevaban cascos negros, escaparon a toda velocidad, seguidos por una camioneta oscura y dejando una polvareda producto de la fricción de las ruedas sobre la calle de tierra.

El corazón del bagayero dejaba de latir a medida que se desangraba. Un médico de guardia constató su muerte en el hospital. Dulce, fuera de la sala, lloraba en estado de shock.

De acuerdo a su declaración, Parada “traía lonas y zapatillas de Aguas Blancas”, el punto donde las aguas del río Bermejo son atravesadas por miles de personas de modo ilegal, muchas de ellas, dedicadas al contrabando como modo de vida. Ella misma trabaja como “pasera”.

Dulce no supo responder por qué, tras el crimen, permitió que un amigo de la pareja se llevará el DVR de las cámaras de su casa ni por qué el celular de su marido había sido formateado antes de entregarlo a la policía.

Reconoció, sin embargo, que la actividad de su marido era peligrosa, que había reforzado su seguridad y que, tras el disparo, sacó el arma que la víctima escondía debajo del asiento de la camioneta y se la metió en la cartera. Algo, dijo, había escuchado de una deuda, pero aseguró que no tenía los detalles.

Para ese momento, un testigo ya había dado a los investigadores los rasgos de uno de los asesinos: el colombiano Juan Ricardo Acosta Martínez.
Una deuda de 150 mil dólares y el hombre que ordenó la ejecución, frente al cajón

La mujer no recordaba que su marido “temiera por alguien”. Pero Parada le había contado a su hermano, Amancio, que un hombre le debía dinero. La deuda era de entre 140 y 150 mil dólares. Lo mencionó en la charla mientras comían empanadas. Otros testigos hablan de una “mercancía” perdida y de un “mejicaneo”.

También dieron el nombre del deudor: Jorge Alexis “Pelao” Romero, un vecino del barrio vinculado a las actividades ilícitas de frontera y dueño de un hotel, conocido por su actitud temeraria. “Mostraba el arma y te decía dónde querés que te meta el tiro”, contó una testigo amenazada. Gendarmería ya lo estaba investigando como líder de una banda narco en una causa federal.

Todos percibían el temor con el que convivía Parada. Su hermana Nora recordó en el juicio una frase que el hombre asesinado solía repetir: “Hoy estamos y mañana no sabemos qué nos puede pasar”.

La predicción se cumplió. En el velatorio de Parada, entre los compañeros bagayeros, resaltaba la figura de Romero a los pies del cajón.

Los testimonios, el identikit, escuchas, entrecruzamientos y el rastreo de lo vehículos utilizados, entre otras evidencias, permitieron a la fiscal de la Unidad de Graves Atentados contra las Personas de Orán, Claudia Carreras, sacarle el velo a los ejecutores del crimen mafioso y a su autor intelectual: el temido “Pelao” acusado de contratar a gatilleros para asesinar a Parada.
Las condenas a prisión perpetua por el homicidio de Diego Parada

La fiscal penal de la Unidad de Graves Atentados contra las Personas de Orán, Claudia Carreras, representó al Ministerio Público Fiscal ante la Sala II del Tribunal de Juicio de Orám, en la audiencia de debate contra los colombianos Acosta Martínez y Braian Andrés Beltran Morales y los salteños Eric de la Cruz Olivera y Jorge Bernardo Alexis Romero como coautores del delito de homicidio doblemente calificado por precio o promesa remuneratoria y por el concurso premeditado.

El 26 de agosto, el tribunal integrado por los jueces Raúl Fernando López, María Laura Toledo Zamora y Héctor Fabián Fayos condenó a todos a la pena de prisión perpetua.

En el mismo fallo, se dispuso la extracción de material genético de los condenados por parte del Servicio de Biología Molecular del Departamento Técnico del Cuerpo de Investigaciones Fiscales (CIF), previa asignación del Dato Único de Identificación Genética (DUIG), para su incorporación en el Banco de Datos Genéticos.


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