El Servicio de Infectología del Hospital Señor del Milagro, que este año celebra sus 25 años de trayectoria en la formación de especialistas, enfrenta una paradoja preocupante: mientras conmemora décadas de trabajo y aportes al sistema sanitario de Salta, hoy solo cuenta con una residente en formación. Una situación que pone en evidencia una crisis silenciosa pero profunda en la capacitación de médicos infectólogos, justo en un momento donde las enfermedades infecciosas siguen siendo una amenaza constante en la región.
La residencia en Infectología del Hospital del Milagro fue, durante años, un orgullo para la medicina salteña. Fundada hace un cuarto de siglo, fue la primera en su tipo en todo el NOA y se convirtió en el único espacio de formación especializada en la provincia. Desde allí egresaron profesionales que hoy trabajan en hospitales, clínicas y centros de salud de distintas partes del país. Sin embargo, el presente contrasta fuertemente con ese pasado de crecimiento y consolidación.
Actualmente, solo una médica está cursando activamente la residencia en infectología y otra se encuentra finalizando su etapa de formación. Un número alarmantemente bajo si se considera el peso que tiene esta especialidad en un territorio como Salta, donde conviven enfermedades endémicas, patologías emergentes y reemergentes, especialmente en zonas rurales o del norte provincial.
La importancia estratégica de la infectología en Salta
Salta, por sus características geográficas y climáticas, es un territorio fértil para el desarrollo de enfermedades infecciosas. Desde dengue, chikungunya y zika, hasta infecciones respiratorias, gastrointestinales y enfermedades tropicales, la variedad de patologías que circulan exige una respuesta profesional adecuada y especializada. En este contexto, contar con médicos infectólogos formados en el ámbito local no es un lujo, sino una necesidad.
Pero la falta de interés de las nuevas generaciones de médicos por esta especialidad pone en jaque esa capacidad de respuesta. Los sistemas de formación médica en áreas críticas como infectología han perdido protagonismo frente a otras opciones que, muchas veces, son más rentables o tienen mayor visibilidad en el ámbito privado.
Además, la tarea de un infectólogo no se limita únicamente a la atención de pacientes con enfermedades infecciosas. Su rol es clave en la prevención, el control epidemiológico, el manejo de brotes y la elaboración de protocolos sanitarios. Sin embargo, esa trascendencia no parece ser suficiente para motivar a más profesionales jóvenes a sumarse a la especialidad.
Un reflejo de una crisis más profunda
Lo que ocurre en el Hospital del Milagro no es un hecho aislado, sino el síntoma de una problemática más amplia: el desinterés creciente por especialidades médicas que, aunque esenciales para el funcionamiento del sistema público de salud, no tienen el reconocimiento o los incentivos suficientes para atraer residentes.
La situación también deja expuesta la necesidad urgente de revisar las políticas de formación profesional en el sistema sanitario salteño y nacional. Incentivar a que más médicos se especialicen en áreas críticas no solo requiere mejorar las condiciones laborales y económicas, sino también revalorizar socialmente esos roles.
En este contexto, el aniversario número 25 de la residencia en Infectología llega como una oportunidad para reflexionar sobre el rumbo que está tomando la salud pública en la provincia. ¿Qué pasará cuando se jubilen los actuales infectólogos? ¿Quiénes tomarán la posta en un sistema que necesita cada vez más profesionales capacitados para enfrentar desafíos sanitarios complejos?
Formar infectólogos, una inversión necesaria
Desde el mismo Hospital del Milagro se destaca que la creación de la residencia fue un punto de inflexión en la historia de la salud salteña. Durante años, permitió que médicos recién recibidos pudieran acceder a una formación de calidad sin tener que emigrar a otras provincias. Ese modelo no solo garantizó recursos humanos locales, sino que fortaleció al sistema de salud desde adentro.
Pero si ese proceso de formación se debilita —como parece estar ocurriendo ahora—, el riesgo es doble: por un lado, se pierde una herramienta clave para combatir enfermedades que siguen vigentes y evolucionando; y por otro, se desaprovecha una estructura institucional que costó décadas consolidar.
Hoy, más que nunca, se necesita una mirada estratégica que no solo diagnostique el problema, sino que proponga soluciones concretas: becas de estudio, mejores condiciones para los residentes, campañas de difusión en facultades de medicina y un acompañamiento real por parte del Estado a quienes eligen especializarse en áreas sensibles.
El hecho de que solo una médica esté actualmente en formación en Infectología en toda la provincia de Salta debería ser suficiente para encender las alarmas en los distintos niveles del sistema de salud. No se trata de una anécdota menor, sino de una señal clara de que algo no está funcionando como debería.
En una provincia donde las enfermedades infecciosas forman parte del paisaje sanitario cotidiano, la falta de especialistas representa un riesgo tangible. Y si bien los aniversarios sirven para celebrar lo logrado, también deben ser instancias de evaluación y compromiso con el futuro.
El Hospital del Milagro ha sido —y sigue siendo— una institución clave en la historia de la medicina salteña. Pero necesita apoyo, planificación y políticas concretas para que esa historia no se convierta en un capítulo cerrado.
Porque sin infectólogos formados en casa, preparados para los desafíos locales y comprometidos con su comunidad, Salta corre el riesgo de quedar desprotegida frente a amenazas que no avisan y que, muchas veces, llegan cuando menos se las espera.