Una vez más, la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA) aprieta el botón de la extorsión y paraliza el país con un paro nacional que, desde las 18 horas de hoy hasta las 2 de la mañana del miércoles, dejará varados a cientos de pasajeros y sumirá a Aerolíneas Argentinas en un nuevo capítulo de su interminable agonía.
En Salta, al menos dos vuelos serán cancelados, afectando a unos 600 viajeros que, sin culpa alguna, pagarán el precio de las demandas desmedidas de un gremio que parece vivir en una realidad paralela.
Juan Pablo Armanino, prosecretario de APLA y presidente de la delegación salteña, salió a justificar esta medida con un discurso que mezcla victimización y populismo barato. Según él, los copilotos recién iniciados ganan “salarios de pobreza” de 100.000 pesos, mientras una hora de vuelo cuesta 200.000. ¿Y qué pretende? ¿Que los pasajeros, muchos de los cuales ganan menos que eso al mes, subsidien con sus boletos los sueldos de una casta privilegiada que parece ignorar la crisis que atraviesa el país?
Armanino también se queja de una supuesta pérdida del 78,3% en el poder adquisitivo y de la salida de 2.300 trabajadores, algunos de los cuales, asegura, han emigrado. Pero omite mencionar que Aerolíneas Argentinas, sostenida a pulmón por el esfuerzo de los contribuyentes, lleva años operando a pérdida, con una estructura inflada y una eficiencia que brilla por su ausencia.
En lugar de proponer soluciones o aceptar el diálogo que dicen reclamar, APLA opta por el camino de la confrontación. Ahora planean llevar su llanto a la Organización Internacional del Trabajo en Europa, alegando que su “derecho a huelga” está amenazado. ¿En serio? Lo que está amenazado es el derecho de los argentinos a viajar sin ser rehenes de paros intempestivos que no resuelven nada y solo agravan la situación de una aerolínea al borde del colapso.
Armanino critica la “falta de un plan claro” del Gobierno, pero ¿cuál es el plan de APLA? ¿Seguir apretando hasta que no quede ni un pasajero dispuesto a volar con Aerolíneas? Su actitud de “dialogamos, pero solo si nos dan todo lo que queremos” no es negociación; es un chantaje descarado.
Este paro no es una defensa de los trabajadores, sino un ataque directo al bolsillo y la paciencia de los argentinos. Mientras APLA se regodea en su retórica de lucha, 600 pasajeros en Salta –y miles en todo el país– se quedarán sin sus vuelos, perdiendo citas laborales, reuniones familiares o vacaciones planificadas. ¿Y para qué? Para que un sindicato mantenga sus privilegios a costa de una empresa que ya no da más.
Es hora de que APLA baje de su nube y entienda que el país no puede seguir financiando su fiesta. Si quieren salvar a Aerolíneas, que empiecen por trabajar en serio y no por apagar los motores cada vez que algo no les gusta. Los pasajeros, los verdaderos damnificados, merecen algo mejor que este circo.