Durante el reciente fin de semana largo por el Día de la Bandera, miles de personas protagonizaron un nuevo éxodo masivo desde Aguas Blancas, Argentina, hacia Bermejo, Bolivia, con el objetivo de realizar compras en el vecino país.
La escena en el puerto de chalanas, punto neurálgico de este cruce fronterizo, fue de una intensidad abrumadora: largas filas de ciudadanos aguardaban bajo el sol para abordar las embarcaciones que surcan el Río Bermejo, en una dinámica que se repitió sin pausa durante los días feriados.
Decenas de chalanas, con capacidad para transportar unas ocho personas cada una, operaron a pleno desde las 7 de la mañana hasta las 19 horas, horario habitual del puerto. El costo del pasaje reflejó las asimetrías económicas de la región: cruzar desde Argentina a Bolivia tuvo un valor de 3 mil pesos argentinos, mientras que el regreso desde Bermejo, con mercadería incluida, costó apenas mil pesos. Esta disparidad, sumada a los precios más accesibles en Bolivia, impulsó el flujo constante de compradores, consolidando a este cruce como un eje comercial clave para la zona.
Las imágenes captadas durante el fin de semana muestran una marea humana que pone en relieve el impacto de los feriados en la dinámica fronteriza. Sin embargo, detrás de esta postal de actividad económica, persisten sombras que preocupan a la comunidad. El puerto de chalanas, que retomó su operatoria con normalidad tras varios días de suspensión, sigue operando en un contexto de fragilidad. Los días previos al feriado estuvieron marcados por interrupciones en el servicio debido a conflictos regulatorios y desacuerdos entre las cooperativas que gestionan las embarcaciones, un problema recurrente que expone la informalidad y la falta de acuerdos bilaterales claros entre ambos países.
La reanudación del servicio fue recibida con alivio por los habitantes de Aguas Blancas, cuya economía depende en gran medida de este cruce. No obstante, la situación vuelve a encender el debate sobre la necesidad de abordar de manera estructural los desafíos de seguridad, formalización y coordinación en la frontera. Mientras las chalanas siguen siendo el puente que une a dos países, las autoridades locales y nacionales enfrentan el desafío de transformar esta intensa actividad en una oportunidad de desarrollo sostenible, sin que los conflictos recurrentes sigan navegando las turbulentas aguas del Bermejo.