En plena frontera norteña de Salta, donde el río Bermejo marca el límite con Bolivia, las tensiones se avivan una vez más por las trabas impuestas por la Aduana y la Policía Naval del país vecino.
Estas restricciones afectan directamente al comercio local en localidades como Aguas Blancas y Salvador Mazza, justo cuando el dólar blue anima a los bolivianos a cruzar para abastecerse de alimentos y productos básicos. Los comerciantes salteños, que empezaban a ver un repunte en las ventas después de tiempos duros, ahora enfrentan horarios limitados y cupos estrictos que frenan el flujo de mercaderías.
Adrián Zigarán, interventor de Aguas Blancas, no oculta su indignación ante lo que considera una falta total de reciprocidad. "Es inaceptable que nos pongan palos en la rueda cuando nosotros mantenemos abiertas las puertas las 24 horas", remarca, aludiendo a cómo la Aduana boliviana cierra el paso de bienes a las 13 horas, mientras que del lado argentino se permite un movimiento constante. Este desequilibrio, según él, pone en jaque la economía fronteriza de Salta, una región que depende en gran medida del intercambio diario con Bermejo y Yacuiba.
Uno de los puntos más calientes es la negativa de las estaciones de servicio bolivianas a vender combustible a turistas argentinos. Zigarán lo ve como una injusticia flagrante, especialmente porque cientos de camiones cisterna argentinos cruzan todos los días hacia Bolivia cargados de nafta y gasoil desde puertos como Buenos Aires y Rosario. "Van y vienen rompiendo nuestras rutas salteñas, con luces que ni siquiera están permitidas acá, y encima nos dejan sin una gota cuando vamos de visita", enfatiza. Si no hay cambios, advierte, podría haber medidas espejo que paralicen el tránsito y dejen al vecino país sin suministros en cuestión de días.
Pero las quejas no se limitan al combustible. Hace años que los salteños reclaman por problemas ambientales, como los efluentes cloacales que Yacuiba vierte directamente al río, afectando a Salvador Mazza. "Las cancillerías parecen dormidas con esto", dice Zigarán, frustrado por promesas incumplidas de las autoridades bolivianas. En una provincia como Salta, rica en recursos naturales y turismo fronterizo, estos temas no solo generan malestar sanitario, sino que también espantan a visitantes que buscan experiencias auténticas en el noroeste argentino.
La llegada del nuevo presidente boliviano, Rodrigo Paz, había generado expectativas con anuncios de eliminar trabas como los peajes extorsivos y las "trancas" en las rutas. Sin embargo, la realidad en el terreno muestra que poco ha cambiado, y los abusos persisten para quienes ingresan desde Argentina. En este contexto, el comercio en Aguas Blancas sufre con cupos mensuales de solo 300 dólares por persona para bolivianos que compran en Salta, y confiscaciones si se exceden. "Si siguen así, no van a poder vender ni un caramelo para Navidad", sentencia el interventor, insinuando que podría aplicarse la misma rigidez del lado argentino.
Para los vecinos de Salta, esta situación no es nueva, pero pega fuerte en vísperas de fin de año, cuando el turismo y las compras navideñas suelen impulsar la economía local. El intercambio fronterizo, que incluye desde harina y aceite hasta electrodomésticos, se ve amenazado por reglas inflexibles que ignoran la interdependencia entre ambas naciones. En una zona donde el folklore y las tradiciones se entremezclan, como en las fiestas patronales de Aguas Blancas, estos conflictos fronterizos recuerdan la necesidad de un diálogo más fluido entre gobiernos.
Mientras tanto, la comunidad salteña espera respuestas concretas. Si las restricciones persisten, Zigarán no descarta acciones directas para equilibrar la balanza, protegiendo los intereses de los comerciantes y turistas argentinos. En el noroeste, donde la frontera es más un puente que una barrera, este tipo de asperezas podrían enfriar las relaciones, pero también abrir la puerta a soluciones que fortalezcan el comercio binacional en beneficio de todos.