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QUÉ PROBLEMA

Se enamoró de su cuñado y se desató un caos: un amor indisimulable y el final que nadie esperaba

Sol Silva Fernández había empezado un noviazgo con un muchacho que tenía un hermano.

Se enamoró de su cuñado y se desató un caos: un amor indisimulable y el final que nadie esperaba

La escena sucedió en un sexto piso, apenas bajaron del ascensor. Sol tenía 21 años y había empezado a salir con un muchacho algo mayor, así que el plan era conocer el departamento en el que él vivía.

En ese edificio del barrio de Once, frente a la puerta del 6°C y mientras él metía la llave en la cerradura, Sol le hizo una pregunta, tal vez para llenar la incomodidad de la espera.

El muchacho respondió “con mi hermano” y fue en el encadenamiento de esas tres palabras que ella sintió que algo le atravesaba el cuerpo de arriba hacia abajo, “como un rayo que se me metió por la cabeza, bajó por la columna vertebral y terminó en los pies”, intenta traducir. “Nunca había sentido algo así”.

Después entraron. Adentro no había nadie.

Sol caminó por el departamento de la calle Saavedra y miró una por una las fotos de los portarretratos. “Había fotos del hermano pero era un nene”, cuenta ella a Infobae 24 años después. Fue entonces que el muchacho le explicó: las fotos eran viejas, su hermano ya tenía 18 años, vivían juntos y solos desde que su mamá había muerto.

“¿Y dónde está?”, preguntó ella después. El hermano se había tomado un año sabático para viajar por Europa, le faltaban seis meses para volver.

“Así que durante esos seis meses la relación se puso muy seria. Me presentó a toda la familia, se quería casar conmigo, o sea, todo lo que se supone que una quiere que le pase. Hasta que el hermano volvió del viaje”, frena.

“Un día apareció en la casa, y en el instante en que lo vi sentí que me explotaba el cuerpo. ¿Y a él? A él le pasó lo mismo”.

Soledad Silva Fernández es, entre otras cosas, actriz. Trabajó en tiras muy populares -fue española en “Verano del 98″, prostituta de “Poliladron”, participó en “Perla Negra”, en “Los Machos”-, incluso tuvo un papel protagónico en un capítulo de “Por ese Palpitar”, en la que actuó hasta Ricardo Darín.

Ya llevaba años haciendo teatro, entrando y saliendo de castings, cuando alguien le propuso presentarle al muchacho. “Yo, la verdad, no tenía ganas de conocer a nadie. Hasta que un día dije que sí, de aburrida”. Vivían a media cuadra de distancia y empezaron a salir.

“Era como un amigo cómplice. No era atracción, no era algo sexual tampoco, no era de ese tipo de amor, pero yo me conformé, era lo más serio que había tenido en mi vida”, resopla. “Eso es un problema que tuve toda mi vida y que mucha gente tiene. Una cosa es lo que pensás que te conviene en una pareja y otra lo que sentís en el cuerpo”.

Era 1997, cada vez que el hermano del muchacho llamaba por teléfono la estructura montada sobre fosforitos se derrumbaba. “Pedía hablar conmigo y me decía ‘qué lindo conocerte’, ‘qué alegría que estés ahí’, una onda demasiado extraordinaria para tener con un desconocido del otro lado del mundo”.

Hasta que se cumplieron los seis meses y el hermano volvió a Buenos Aires.

No había reunión familiar en donde no se sentaran uno al lado del otro: hablaban con la complicidad de quienes se ven a través. Todo, inevitablemente, se tornó indisimulable.

“Empezamos a escribirnos cartas, poemas, se nos notaba todo en la cara cuando el otro aparecía. Sexo no teníamos entonces yo no sentía que estaba siendo infiel, se suponía que el sexo era lo que estaba prohibido pero salir a caminar con el otro, no. Tener una relación con el otro, no. Pero la relación ya era imparable. Yo no quería lastimar a mi novio pero tampoco podía ocultar lo que me pasaba con su hermano”.

¿Por qué no dejarlo pasar y ya? Es que Sol siempre había seguido lo que llama “un camino de autoconocimiento”. Esto es “buscar formas de ser responsable de la propia vida en vez de echarle la culpa a los demás de las cosas que nos pasan”.

Cuenta ella que quien era su novio en vez de pegar un portazo ofendido trató de negociar: “Me decía ‘casémonos’, o ‘vamos a vivir los tres juntos a un pueblo’, o ‘resuélvanlo y vuelvan’, como si sólo se tratara de un asunto pendiente de sexo. Siempre estaba como diciéndome, ‘no me saquen, no me echen’”.

Consciente del caos que podía desatarse, un día el hermano menor se paró frente al mayor y se lo dijo: “Estoy enamorado de tu novia”, recuerda. “Yo era chica, todavía trataba de negar mi propia voz. Decía ‘no, tengo que ser normal. Tengo un novio amoroso, tengo que portarme bien’. Trataba de negarlo pero igual se lo decía de otras maneras: ‘Sueño con tu hermano, pienso en él, me desmayo cuando lo veo’”.

Una noche de octubre de 1998 y en un restaurante porteño, una escena mínima fue más elocuente que todas las frases anteriores.

“Habíamos salido a comer, mi novio se me sentó a la derecha y el hermano a la izquierda. En un momento el hermano pinchó una papa frita con su tenedor y me la dio en la boca. Cuando salimos mi novio dijo ‘se acabó, no aguanto más. Me duele en el alma, lo intenté, pero esto es imposible’”.

No fue -sigue ella- una retirada silenciosa: “No, empezó a decirle a toda la familia que se iba a suicidar, acusó al hermano de haberle robado a la novia. Le fue a hablar al padre y el padre era de esos tipos materialistas, un avaro, un controlador”.

Era domingo. El miércoles 14 de octubre de 1998 Sol tuvo su primera noche de sexo con ese hermano al que tanto había deseado, un jovencito de 19.

Pocas noches después se enteró de que estaba embarazada.


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