El Club Atlético Independiente decidió dar un golpe sobre la mesa tras su eliminación de la Copa Sudamericana. Mediante una carta pública dirigida al presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, la dirigencia expresó su “enérgico repudio” a la sanción impuesta tras los incidentes en el partido frente a Universidad de Chile y denunció que la decisión fue política, no deportiva.
En la misma línea, el club solicitó que se retire toda referencia a su historia del Museo de la Conmebol, y exigió la devolución inmediata de los objetos y trofeos cedidos para exhibición. “No aceptamos que se muestren en un ámbito que contradice los valores que los hicieron posibles”, expresaron.
La polémica arrancó cuando la entidad sudamericana decidió dejar afuera a Independiente por supuestos hechos de violencia en el cruce ante la U de Chile, a pesar de que los incidentes se habrían originado desde el lado visitante. Para el Rojo, el fallo marca un precedente grave: deja la puerta abierta a que la violencia sirva como excusa para resolver partidos en los escritorios.
En el comunicado, el club de Avellaneda hizo una fuerte defensa del modelo de asociación civil, en contraposición al de sociedad anónima que representa Universidad de Chile. “Se premia a estructuras con las que es más fácil hacer negocios”, sostuvieron, en alusión a un posible favoritismo hacia equipos manejados con lógica empresarial.
Desde el punto de vista institucional, la postura de Independiente no deja lugar a medias tintas: mientras Domínguez siga al frente de la Conmebol, el club no quiere ser parte de ningún espacio simbólico ni discursivo dentro de la organización. Por eso la decisión de romper lazos también incluye el retiro de banderines, camisetas históricas y trofeos que integraban el Museo en Luque, Paraguay.
La frase que eligieron para cerrar la carta resume el espíritu de la protesta: “La gloria se busca con las manos limpias y los brazos en alto”. Un mensaje que apunta directamente al corazón del debate sobre el rumbo que está tomando el fútbol sudamericano.
Muchos hinchas, incluso fuera del círculo de simpatizantes de Independiente, se manifestaron a favor del reclamo. Es que la disputa va más allá de un fallo puntual: pone sobre la mesa una discusión sobre qué modelo de club y de competencia se quiere defender.
Para muchas instituciones del interior, que luchan por sostenerse con trabajo social y esfuerzo colectivo, el planteo del Rojo resuena fuerte. En un contexto donde los intereses comerciales parecen tener cada vez más peso en las decisiones futbolísticas, la postura de Independiente funciona como un llamado de atención.
El conflicto sigue abierto y, por ahora, sin señales de reconciliación. Mientras tanto, el club de Avellaneda deja claro que no está dispuesto a negociar sus principios. Y aunque el golpe deportivo fue duro, la batalla simbólica recién empieza.