En un nuevo capítulo de su estrategia para captar la atención del pueblo venezolano, Nicolás Maduro volvió a sacar del sombrero una de sus jugadas más recurrentes: adelantar la Navidad.
Este año, los festejos arrancarán el 1° de octubre, según anunció el presidente, con el supuesto objetivo de “estimular la economía, la cultura y la alegría” de los venezolanos. Sin embargo, en un país donde la crisis económica no da tregua, los servicios básicos colapsan y las tensiones con Estados Unidos escalan, la medida suena más a cortina de humo que a un verdadero plan para alegrar los corazones.
La decisión, presentada con bombos y platillos, incluye actividades culturales como ferias de hallacas, gaitas en las plazas y villancicos en barrios populares. Maduro, fiel a su estilo, aprovechó el anuncio para lanzar dardos contra sus críticos, particularmente la iglesia católica y la oposición. “Unos tipos de sotana dicen que la Navidad es solo si ellos la decretan. ¡No, señor! La Navidad es del pueblo y la celebramos cuando queremos”, disparó, en un tono que mezcla desafío y populismo. Según él, estas celebraciones anticipadas son una forma de reivindicar la soberanía popular y de mostrar que Venezuela “se está reconstruyendo” tras un 2025 que calificó de “bueno y bonito”.
Pero la realidad parece estar lejos de esa postal optimista. Venezuela sigue sumida en una crisis estructural que no da respiro. La inflación, aunque desacelerada en comparación con años anteriores, sigue golpeando el bolsillo de los ciudadanos, y el acceso a alimentos y medicamentos continúa siendo un desafío para millones. Los cortes de luz y agua son moneda corriente, mientras que la emigración masiva no se detiene: según estimaciones, más de 7 millones de venezolanos han abandonado el país en la última década, buscando un futuro mejor más allá de las fronteras.
En este contexto, la Navidad adelantada no es ninguna novedad. Desde 2013, cuando asumió el poder tras la muerte de Hugo Chávez, Maduro ha recurrido a esta táctica casi todos los años. En aquel entonces, justificó la medida como una forma de “llevar paz y amor” para que la gente “se olvide un poco de las dificultades”. En 2023, incluso, los festejos comenzaron el 1° de septiembre, una fecha que dejó perplejos a muchos. La estrategia es clara: generar un clima festivo que distraiga de los problemas y refuerce la narrativa oficial de recuperación, a pesar de que las denuncias por violaciones a los derechos humanos y el deterioro de las condiciones de vida no cesan.