Mientras Salta vivía uno de sus momentos más intensos del año, con miles de peregrinos llegando desde distintos puntos de la provincia y del país para honrar al Señor y la Virgen del Milagro, la tierra decidió hacerse sentir. En menos de 24 horas, el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES) reportó tres movimientos telúricos en territorio salteño, lo que generó sorpresa entre los vecinos y, especialmente, entre los fieles que viven la festividad con profunda devoción.
El sismo más reciente ocurrió en la mañana del lunes 15 de septiembre, pasadas las nueve. Con una magnitud de 2.9 grados en la escala de Richter y a solo 6,5 kilómetros de profundidad, tuvo como epicentro las inmediaciones de la ciudad de Salta. Al ser un sismo superficial, fue claramente perceptible en varios barrios de la capital, donde algunos vecinos aseguraron haber sentido una vibración breve pero notoria, acompañada de un leve movimiento de objetos.
Días antes, el sábado 14, se habían producido otros dos eventos sísmicos en diferentes horarios: uno a las 14:37 con una magnitud de 3.1 grados y una profundidad de 204 km, y otro a las 18:18, también de 3.1 grados pero con una profundidad de 193 km. Estos últimos, por sus características, pasaron desapercibidos para la mayoría de la población, aunque fueron registrados por los instrumentos del INPRES como parte de la actividad sísmica habitual que presenta el noroeste argentino.
Lo que llamó la atención, sin embargo, no fue tanto la magnitud de los sismos, sino su coincidencia temporal con los días más significativos del calendario religioso salteño. Como cada septiembre, la ciudad se transforma en epicentro de una devoción popular que trasciende lo litúrgico: caminatas interminables, promesas cumplidas con esfuerzo, misas masivas, y una atmósfera de fe que envuelve las calles. En ese contexto, no fueron pocos los que interpretaron los temblores como una "señal" de la tierra, como si algo más estuviera presente en esos días donde lo espiritual parece ocupar cada rincón del Valle de Lerma.
Para quienes llevan años participando de la festividad del Milagro, no es la primera vez que un fenómeno natural coincide con estas fechas. En ediciones anteriores también se han registrado lluvias repentinas, ráfagas de viento inusuales o incluso nevadas en la alta montaña justo cuando los peregrinos llegaban a destino. Pero esta vez, con la tierra moviéndose bajo los pies, la sensación fue distinta: muchos lo vivieron como un recordatorio del poder de la naturaleza y de la conexión entre la tierra y la fe.
Desde el gobierno provincial y los organismos competentes en materia de seguridad, recordaron que Salta es una zona con actividad sísmica frecuente, aunque la mayoría de los eventos son de baja intensidad o a gran profundidad, por lo que no suelen representar un riesgo directo para la población. De todos modos, se reiteró la importancia de estar informados, conocer las recomendaciones básicas ante un sismo, y mantener la calma en caso de que se produzcan nuevas réplicas.
Entre las medidas más importantes se encuentran alejarse de ventanas y objetos que puedan caer, resguardarse bajo estructuras firmes como mesas o marcos de puertas, y evitar usar ascensores durante o después del sismo. En espacios abiertos, lo recomendable es alejarse de postes, árboles y construcciones que puedan ceder ante un movimiento brusco.
Más allá de la dimensión técnica del fenómeno, en las calles de Salta capital el tema se coló en conversaciones de misa, entre los grupos de peregrinos y en las filas interminables que se forman frente a la Catedral. “La tierra también reza”, dijo una mujer mayor con lágrimas en los ojos al salir de una misa en pleno centro. Otros se lo tomaron con humor: “Hasta el suelo se emociona con el Milagro”, bromeaban unos jóvenes llegados desde Rosario de la Frontera.
En las redes sociales, las expresiones se multiplicaron: fotos de velas encendidas, videos caseros con el movimiento de lámparas o puertas, y mensajes donde se mezclaban la sorpresa, el respeto y la fe. Algunos incluso recordaron que, según la tradición oral, el origen de la devoción al Señor del Milagro está también vinculado a un movimiento sísmico: aquel terremoto de 1692 que azotó la región y fue interpretado como una señal divina que marcó el inicio de una devoción que hoy es patrimonio cultural y espiritual de todo el pueblo salteño.
En ese sentido, no resulta extraño que cualquier fenómeno natural que ocurra en torno al 15 de septiembre adquiera una carga simbólica especial para quienes participan de la festividad. Porque en Salta, la religión y la tierra comparten un vínculo profundo, casi ancestral, que se expresa en gestos, rituales y creencias que se transmiten de generación en generación.
Con el cierre de las actividades centrales del Milagro, y mientras los peregrinos emprenden el regreso a sus localidades, el eco de los temblores aún resuena en las conversaciones cotidianas. No por temor, sino como un detalle más de una experiencia que va más allá de lo físico. Porque, como suelen decir por estas tierras, en tiempos del Milagro, todo tiene un significado más profundo.
Por ahora, los registros sísmicos no indican ningún tipo de alerta ni riesgo inminente, y los expertos aseguran que se trata de una actividad dentro de los parámetros normales para la región. Sin embargo, la experiencia vivida por los salteños en estos días quedará en la memoria colectiva como una anécdota más —de esas que se cuentan cada septiembre— cuando se recuerde cómo la tierra también pareció sumarse a la celebración más sentida de la provincia.
