Luis “Toto” Caputo volvió a tomar protagonismo en la agenda pública luego de las elecciones legislativas, un proceso que reconfiguró el mapa político del Congreso y que, según el ministro, marca un punto de inflexión para el Gobierno nacional. En el tradicional “Encuentro de Líderes”, el titular de Economía destacó que la nueva conformación de la Cámara de Diputados ofrece un nivel de respaldo político que hasta ahora había sido esquivo. Para el funcionario, la obtención de la primera minoría por parte de La Libertad Avanza no solo despeja incertidumbres, sino que también fortalece la capacidad del Ejecutivo para avanzar con las reformas que considera centrales.
Caputo resumió esta idea con una frase que rápidamente se volvió eje de debate: “Se terminó la amenaza de voltearnos”. Con eso quiso aludir a la inestabilidad política que, según su lectura, acompañó los primeros meses de la gestión. El ministro insistió en que el resultado electoral representó una validación de la ciudadanía respecto del rumbo adoptado desde diciembre, especialmente en materia de orden fiscal y estabilización macroeconómica. A su entender, el voto de octubre fue un mensaje concreto: una mayoría de electores optó por darle continuidad al proyecto económico impulsado por Javier Milei.
En su intervención, Caputo planteó que la etapa más áspera de la política económica quedó atrás. Sostuvo que el equilibrio de las cuentas públicas, la baja gradual de la inflación y la estabilización del mercado cambiario forman parte de un proceso que, según él, comienza a mostrar resultados palpables. Aunque admitió que los primeros meses implicaron medidas difíciles y un ajuste significativo, aseguró que esa fase inicial ya está cumplida y que ahora el objetivo pasa por reactivar la economía y fomentar la formalización del empleo.
A la hora de explicar por qué espera un 2026 “más optimista”, el ministro enumeró varios factores que, a su juicio, jugarán a favor: un Congreso más ordenado, una sociedad que —según él— ratificó el rumbo en las urnas, aliados internacionales estratégicos y una macroeconomía que empieza a ofrecer previsibilidad. Evitó caer en pronósticos numéricos, pero sí dejó entrever que el Gobierno confía en que la caída de la inflación continuará y que eso permitirá recomponer salarios, consumo y actividad.
Dentro de ese esquema, el próximo gran capítulo se jugará en el Congreso. Caputo confirmó que la prioridad del Ejecutivo será avanzar con dos iniciativas consideradas esenciales: la reforma laboral y la reforma tributaria. Su argumento es que ambas medidas son claves para “bajar el costo argentino”, un concepto que ya se volvió habitual dentro del discurso oficial. Para el ministro, es necesario reducir impuestos distorsivos, mejorar los incentivos para la inversión privada y ajustar regulaciones que —según él— traban la competitividad del país.
En cuanto a la reforma laboral, Caputo evitó entrar en detalles, pero remarcó que el objetivo es modernizar las reglas de empleo para facilitar la creación de puestos formales y reducir la litigiosidad. La propuesta, que ya generó posiciones encontradas, será una de las discusiones más intensas del Parlamento durante los próximos meses. El Gobierno confía en que la nueva correlación de fuerzas legislativas facilitará el avance, aunque todavía quedan negociaciones pendientes con sectores que piden cambios graduales y no un replanteo total del sistema.
La reforma tributaria, por su parte, apunta a simplificar el esquema impositivo, reducir cargas consideradas excesivas y ordenar normas que se superponen entre sí. Caputo sostiene que un sistema más simple y previsible permitirá impulsar la inversión y mejorar el clima de negocios. También argumenta que, con un Estado más eficiente, será posible sostener la reducción del gasto sin necesidad de aumentar impuestos.
Durante su exposición, el ministro reiteró que el país atraviesa “un momento histórico”. Según su visión, pocas veces se puede identificar un cambio profundo mientras ocurre, pero considera que Argentina se encuentra en una de esas instancias. Su explicación es que el ajuste inicial, el respaldo electoral y el acompañamiento internacional configuran un escenario que no se veía hace años, donde las decisiones económicas no quedan paralizadas por la incertidumbre política.
A la vez, Caputo buscó transmitir una idea de continuidad. Señaló que el orden macroeconómico actual no es producto de la inercia, sino de decisiones políticas que requirieron firmeza. Agradeció públicamente el rol del presidente Milei, afirmando que sin su determinación no hubiera sido posible avanzar con medidas que, según él, eran indispensables para evitar una crisis mayor. En ese sentido, volvió a remarcar que la estabilidad alcanzada responde directamente a la conducción económica planteada desde el inicio de la gestión.
De cara al año próximo, Caputo apuesta a un clima económico más favorable, con señales que refuercen la confianza tanto de consumidores como de inversores. Aunque reconoció que la recuperación llevará tiempo y que los efectos del ajuste todavía se sienten en muchos hogares, aseguró que lo peor ya pasó y que ahora comienza una etapa distinta. El desafío será lograr que esa expectativa optimista se traslade a la actividad real, algo que el propio Gobierno sabe que no depende solo de anuncios, sino también de resultados concretos.
El debate legislativo será crucial para definir si las reformas planteadas tienen el consenso necesario. La nueva conformación de Diputados representa para el oficialismo un impulso político, pero no una garantía total. En un Congreso donde las mayorías absolutas no existen, cada proyecto requiere negociación fina, acuerdos puntuales y una lectura precisa del clima social. La oposición, por su parte, ya dejó en claro que no aceptará todo el paquete de reformas sin discutir sus implicancias.
Caputo, sin embargo, mantiene su línea discursiva: insiste en que el país atraviesa un proceso de ordenamiento que, si se sostiene, permitirá superar décadas de volatilidad. Su apuesta es clara: convertir el capital político logrado en las urnas en una plataforma para impulsar los cambios estructurales que el Gobierno considera indispensables. Confiado en el respaldo obtenido, el ministro se muestra convencido de que los próximos meses serán decisivos para consolidar ese viraje.
Mientras tanto, la atención pública se centra en la llegada de los proyectos al Congreso y en cómo repercutirán en la vida cotidiana. La inflación, los salarios, el consumo y el empleo seguirán siendo los indicadores que medirán, en última instancia, si el optimismo oficial encuentra sustento en la realidad. Por ahora, Caputo elige mirar hacia adelante y sostiene que el país ingresa en un ciclo donde la estabilidad empieza a dejar de ser una promesa para convertirse en un horizonte posible.
Luis “Toto” Caputo volvió a tomar protagonismo en la agenda pública luego de las elecciones legislativas, un proceso que reconfiguró el mapa político del Congreso y que, según el ministro, marca un punto de inflexión para el Gobierno nacional. En el tradicional “Encuentro de Líderes”, el titular de Economía destacó que la nueva conformación de la Cámara de Diputados ofrece un nivel de respaldo político que hasta ahora había sido esquivo. Para el funcionario, la obtención de la primera minoría por parte de La Libertad Avanza no solo despeja incertidumbres, sino que también fortalece la capacidad del Ejecutivo para avanzar con las reformas que considera centrales.
Caputo resumió esta idea con una frase que rápidamente se volvió eje de debate: “Se terminó la amenaza de voltearnos”. Con eso quiso aludir a la inestabilidad política que, según su lectura, acompañó los primeros meses de la gestión. El ministro insistió en que el resultado electoral representó una validación de la ciudadanía respecto del rumbo adoptado desde diciembre, especialmente en materia de orden fiscal y estabilización macroeconómica. A su entender, el voto de octubre fue un mensaje concreto: una mayoría de electores optó por darle continuidad al proyecto económico impulsado por Javier Milei.
En su intervención, Caputo planteó que la etapa más áspera de la política económica quedó atrás. Sostuvo que el equilibrio de las cuentas públicas, la baja gradual de la inflación y la estabilización del mercado cambiario forman parte de un proceso que, según él, comienza a mostrar resultados palpables. Aunque admitió que los primeros meses implicaron medidas difíciles y un ajuste significativo, aseguró que esa fase inicial ya está cumplida y que ahora el objetivo pasa por reactivar la economía y fomentar la formalización del empleo.
A la hora de explicar por qué espera un 2026 “más optimista”, el ministro enumeró varios factores que, a su juicio, jugarán a favor: un Congreso más ordenado, una sociedad que —según él— ratificó el rumbo en las urnas, aliados internacionales estratégicos y una macroeconomía que empieza a ofrecer previsibilidad. Evitó caer en pronósticos numéricos, pero sí dejó entrever que el Gobierno confía en que la caída de la inflación continuará y que eso permitirá recomponer salarios, consumo y actividad.
Dentro de ese esquema, el próximo gran capítulo se jugará en el Congreso. Caputo confirmó que la prioridad del Ejecutivo será avanzar con dos iniciativas consideradas esenciales: la reforma laboral y la reforma tributaria. Su argumento es que ambas medidas son claves para “bajar el costo argentino”, un concepto que ya se volvió habitual dentro del discurso oficial. Para el ministro, es necesario reducir impuestos distorsivos, mejorar los incentivos para la inversión privada y ajustar regulaciones que —según él— traban la competitividad del país.
En cuanto a la reforma laboral, Caputo evitó entrar en detalles, pero remarcó que el objetivo es modernizar las reglas de empleo para facilitar la creación de puestos formales y reducir la litigiosidad. La propuesta, que ya generó posiciones encontradas, será una de las discusiones más intensas del Parlamento durante los próximos meses. El Gobierno confía en que la nueva correlación de fuerzas legislativas facilitará el avance, aunque todavía quedan negociaciones pendientes con sectores que piden cambios graduales y no un replanteo total del sistema.
La reforma tributaria, por su parte, apunta a simplificar el esquema impositivo, reducir cargas consideradas excesivas y ordenar normas que se superponen entre sí. Caputo sostiene que un sistema más simple y previsible permitirá impulsar la inversión y mejorar el clima de negocios. También argumenta que, con un Estado más eficiente, será posible sostener la reducción del gasto sin necesidad de aumentar impuestos.
Durante su exposición, el ministro reiteró que el país atraviesa “un momento histórico”. Según su visión, pocas veces se puede identificar un cambio profundo mientras ocurre, pero considera que Argentina se encuentra en una de esas instancias. Su explicación es que el ajuste inicial, el respaldo electoral y el acompañamiento internacional configuran un escenario que no se veía hace años, donde las decisiones económicas no quedan paralizadas por la incertidumbre política.
A la vez, Caputo buscó transmitir una idea de continuidad. Señaló que el orden macroeconómico actual no es producto de la inercia, sino de decisiones políticas que requirieron firmeza. Agradeció públicamente el rol del presidente Milei, afirmando que sin su determinación no hubiera sido posible avanzar con medidas que, según él, eran indispensables para evitar una crisis mayor. En ese sentido, volvió a remarcar que la estabilidad alcanzada responde directamente a la conducción económica planteada desde el inicio de la gestión.
De cara al año próximo, Caputo apuesta a un clima económico más favorable, con señales que refuercen la confianza tanto de consumidores como de inversores. Aunque reconoció que la recuperación llevará tiempo y que los efectos del ajuste todavía se sienten en muchos hogares, aseguró que lo peor ya pasó y que ahora comienza una etapa distinta. El desafío será lograr que esa expectativa optimista se traslade a la actividad real, algo que el propio Gobierno sabe que no depende solo de anuncios, sino también de resultados concretos.
El debate legislativo será crucial para definir si las reformas planteadas tienen el consenso necesario. La nueva conformación de Diputados representa para el oficialismo un impulso político, pero no una garantía total. En un Congreso donde las mayorías absolutas no existen, cada proyecto requiere negociación fina, acuerdos puntuales y una lectura precisa del clima social. La oposición, por su parte, ya dejó en claro que no aceptará todo el paquete de reformas sin discutir sus implicancias.
Caputo, sin embargo, mantiene su línea discursiva: insiste en que el país atraviesa un proceso de ordenamiento que, si se sostiene, permitirá superar décadas de volatilidad. Su apuesta es clara: convertir el capital político logrado en las urnas en una plataforma para impulsar los cambios estructurales que el Gobierno considera indispensables. Confiado en el respaldo obtenido, el ministro se muestra convencido de que los próximos meses serán decisivos para consolidar ese viraje.
Mientras tanto, la atención pública se centra en la llegada de los proyectos al Congreso y en cómo repercutirán en la vida cotidiana. La inflación, los salarios, el consumo y el empleo seguirán siendo los indicadores que medirán, en última instancia, si el optimismo oficial encuentra sustento en la realidad. Por ahora, Caputo elige mirar hacia adelante y sostiene que el país ingresa en un ciclo donde la estabilidad empieza a dejar de ser una promesa para convertirse en un horizonte posible.