La séptima audiencia del juicio por los Cuadernos avanzaba con la formalidad habitual hasta que un episodio inesperado alteró por completo el clima: Juan Manuel Abal Medina, exjefe de Gabinete durante el kirchnerismo, apareció sin remera en plena transmisión virtual. La imagen, breve pero evidente, lo mostró caminando por su oficina mientras su cámara seguía encendida, sin que él advirtiera que todos los participantes lo estaban viendo.
El momento sorprendió a quienes integraban la sesión remota, encabezada por el tribunal y los representantes de la fiscalía. En un proceso judicial cargado de tensión política y mediática, un detalle doméstico como ese generó comentarios inmediatos y rompió la solemnidad del encuentro, que llevaba horas de exposición técnica y argumental.
Aunque su rostro no se distinguió con claridad, sí quedó a la vista que se movía frente a una biblioteca, ajeno al protocolo exigido en estas instancias formales. En tiempos donde la virtualidad se consolidó como herramienta habitual para las audiencias judiciales, algunos descuidos siguen destacándose por contraste.
Más allá del episodio, el eje de la jornada estuvo en las acusaciones planteadas por la fiscalía, que volvió a remarcar la existencia de un presunto sistema organizado, jerarquizado y sostenido de recaudación ilegal durante los gobiernos kirchneristas. Según se expuso, esa estructura habría funcionado desde 2003 hasta 2015 y habría permitido que empresarios ligados a la obra pública obtuvieran beneficios a cambio de aportes ilegales.
Dentro de ese esquema, Abal Medina enfrenta cargos derivados del hallazgo de dos pendrives pertenecientes a su secretario personal, dispositivos en los que se habría registrado información sobre el financiamiento de la campaña electoral de 2013. Ese material se convirtió en uno de los puntos clave que lo mantienen bajo investigación.
La Unidad de Información Financiera acompañó los planteos del Ministerio Público y describió la presunta red como un entramado paraestatal que operaba con roles definidos y una dinámica sostenida en el tiempo. Según su exposición, funcionarios y empresarios habrían intervenido en un mecanismo que permitía la circulación de fondos ilegales para obtener favores estatales y garantizar la continuidad del circuito.
La jornada, que comenzó a las 9.30 del 4 de diciembre, se extendió hasta después de las cuatro de la tarde. Si bien estaba previsto que finalizara alrededor de las cinco, el tribunal decidió pasar a un cuarto intermedio y postergar la lectura restante para la próxima audiencia, fijada para el martes a las 13.30.
El insólito paso en falso de Abal Medina no modificó el rumbo de la audiencia, pero sí dejó una nota llamativa en un juicio que ya acumula escenas tensas y definiciones fuertes. Con acusaciones de alto voltaje político y una estructura judicial que avanza lentamente hacia su tramo final, cada audiencia suma elementos a un expediente que sigue marcando la agenda pública.
Cuando el proceso se reanude, el foco volverá a centrarse en las pruebas, los testimonios y las responsabilidades individuales. Pero el episodio de esta semana quedará como una de esas postales inesperadas que muestran cómo la virtualidad, incluso en los ámbitos más formales, puede dejar expuestos momentos que difícilmente ocurrirían en una sala de audiencias tradicional.