Un nuevo episodio de tensión sacudió al Senado de la Nación, aunque esta vez lejos del recinto y de los debates legislativos. La senadora Ivanna Arrascaeta, integrante del bloque de La Libertad Avanza, protagonizó un confuso incidente al intentar ocupar un despacho que no le correspondía, en medio del proceso de reorganización interna de oficinas que atraviesa la Cámara Alta tras los recientes cambios en su composición.
El hecho ocurrió en uno de los sectores administrativos del Palacio Legislativo, donde la disputa por los espacios de trabajo suele ser tan silenciosa como intensa. Según trascendió, Arrascaeta intentó ingresar y tomar posesión de una oficina que aún estaba bajo la órbita de otro senador, pese a que no existía una asignación formal a su favor. Incluso habría colocado un cartel identificatorio similar a los oficiales, en un intento de dar por consumada la ocupación.
La maniobra fue detectada antes de que se concretara y generó una reacción inmediata. Personal de seguridad y autoridades administrativas intervinieron para frenar la situación, lo que derivó en un fuerte malestar dentro del cuerpo legislativo. El episodio no solo despertó críticas desde la oposición, sino que también incomodó a sectores del propio oficialismo, que observaron con preocupación el impacto político del accionar.
En los pasillos del Senado, lo ocurrido fue definido como un intento de “caranchear” un despacho, una práctica conocida en el ámbito parlamentario que consiste en aprovechar momentos de transición o vacantes para avanzar sobre espacios codiciados. Sin embargo, lo que en otras ocasiones se resuelve mediante acuerdos informales o negociaciones discretas, esta vez quedó expuesto de manera torpe y pública, rompiendo códigos no escritos que rigen la convivencia legislativa.
La reacción fue casi unánime. Legisladores de distintos bloques coincidieron en calificar el episodio como una falta de respeto a los procedimientos y una muestra de desconocimiento del funcionamiento interno del Senado. En un contexto político atravesado por tensiones y negociaciones permanentes, el intento de ocupación de facto fue leído como una señal de improvisación innecesaria.
El hecho también dejó en una situación incómoda a la vicepresidenta Victoria Villarruel, presidenta del Senado, que busca consolidar una imagen de orden institucional y respeto por las normas. La desprolijidad del episodio contrastó con ese objetivo y obligó a reforzar los controles internos para evitar que se repitan situaciones similares durante el proceso de reasignación de oficinas.
En el Senado, los despachos no son un detalle menor. Su ubicación, tamaño y cercanía a áreas estratégicas tienen un valor simbólico y práctico, y su asignación responde a criterios que combinan antigüedad, representación política y acuerdos entre bloques. Por eso, cualquier intento de alterar ese esquema sin aval administrativo suele generar roces y conflictos.
Tras ser descubierta, Arrascaeta debió dar marcha atrás y abandonar la intención de instalarse en la oficina cuestionada. Si bien el episodio no tuvo consecuencias reglamentarias inmediatas, el costo político fue evidente. La senadora quedó expuesta ante sus pares y su imagen interna se vio afectada en un ámbito donde la confianza y el respeto a las reglas son claves para avanzar en negociaciones futuras.
Para La Libertad Avanza, el escándalo resultó particularmente incómodo. El espacio llegó al poder con un discurso centrado en el orden, la transparencia y la crítica a las viejas prácticas de la política. En ese marco, el intento de ocupar un despacho ajeno chocó de lleno con ese relato y sumó un flanco de críticas en un momento sensible para el oficialismo en el Congreso.
El episodio obligó además a las autoridades del Senado a reforzar la vigilancia en las áreas de despachos y a extremar los controles administrativos, ante el temor de que otros legisladores intenten movimientos similares en medio de la reorganización interna. La intención es evitar nuevas situaciones que expongan al cuerpo legislativo a escándalos evitables.
Mientras tanto, la Cámara Alta intenta retomar la normalidad, aunque con un clima enrarecido. El conflicto por los despachos se suma a una serie de tensiones que atraviesan al Senado y que reflejan un escenario político marcado por internas, desconfianzas y falta de coordinación. Un episodio menor en términos institucionales, pero significativo como síntoma del momento que vive el Congreso.