En un hecho que sacude los cimientos de la tranquilidad norteña, una familia de Animaná denuncia el calvario vivido por su hijito en un baño público del camping municipal.
El camping municipal, un lugar pensado para el esparcimiento familiar y las escapadas de fin de semana que tanto gustan en Salta, se convirtió en el escenario de un abuso sexual contra un nene de apenas 8 años. La madre, una vecina de toda la vida en este pueblo chico donde todos se conocen, contó con voz entrecortada cómo su mundo se derrumbó en cuestión de minutos.
El pibe, inocente como cualquier changuito de su edad, jugaba cerca del baño público cuando un grupo de adolescentes del lugar se lo llevó por la fuerza. Lo que siguió fue un acto de barbarie que deja a cualquiera con la piel de gallina: el abuso sexual, crudo y sin piedad, acompañado de fotos que, como un virus en las redes del pueblo, se esparcieron rapidito por WhatsApp y Facebook, multiplicando el dolor de la familia.
La denuncia ya está en manos de la Justicia salteña, que no pierde tiempo en estos casos que tocan fibras sensibles en una provincia donde la niñez debería ser sagrada. La fiscalía de Cafayate, a cargo de la pesquisa, ya tomó declaraciones y busca a los responsables, todos menores de edad, pero con la frialdad de quien no mide las consecuencias. En Salta, donde los escándalos de abuso sexual infantil han puesto en jaque la confianza en espacios públicos, este episodio suma leña al fuego de la indignación colectiva.
La mamá, a la que llamaremos Lucrecia para proteger su identidad en estos momentos tan duros, no se queda callada. Entre lágrimas, exige que se haga luz sobre lo que pasó y que se evite que otro pibe sufra lo mismo. "Acá en el norte somos familia, boludo, ¿cómo nos puede pasar esto tan cerca?", parece decir con esa garra salteña que no se rinde ni ante el peor vendaval. Su voz, amplificada por el boca en boca de los valles, ya resuena en las plazas de Salta capital y en las peñas de los fines de semana.
Este caso no es un hecho aislado en la agenda de violencia contra los más chicos en Argentina, pero en Salta pega distinto, como un baldazo de agua fría en pleno enero. Los vecinos de Animaná, ahora miran con recelo los rincones del camping. Organizaciones locales de derechos infantiles ya levantan la bandera para pedir más controles y campañas de prevención, recordándonos que la seguridad en estos oasis turísticos no puede ser un lujo.
Mientras la investigación avanza y la Justicia salteña aprieta el acelerador, el pueblo espera respuestas que sanen está herida abierta. En un país donde los abusos sexuales a menores siguen siendo una sombra larga, historias como la de este nene nos obligan a mirarnos al espejo: ¿qué estamos haciendo para que lugares como Animaná sigan siendo refugios y no trampas? La bronca se siente en el aire, pero también la esperanza de que, con unidad norteña, se pueda cambiar el final de esta pesadilla.