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AVENTURAS EN QATAR

“Como vivir en el puerto”: son argentinos, están en Qatar y duermen en containers que cuestan US$ 207 la noche

Javier y Victorio comparten una pequeña habitación en un complejo de seis mil contenedores. La convivencia de dos amigos solo usan el espacio para dormir.

“Como vivir en el puerto”: son argentinos, están en Qatar y duermen en containers que cuestan US$ 207 la noche

“Esto me hace acordar a cuando paso por el puerto y está la Aduana, llena de contenedores, es parecido a eso”. La frase de Javier define su primer sentir, aquel que lo acompañó desde el día en que arribó a Qatar y observó el lugar que había alquilado para vivir durante el Mundial.

Javier es gerente de una empresa que brinda asistencia al viajero y a la hora de reservar alojamiento se inclinó por el Fan Village Cabins Free Zone, un espacio inmenso en donde se instalaron 6000 contenedores que fueron readaptados como habitaciones para albergar a miles de turistas.

Como debía asignar un compañero a su travesía laboral, escogió a Victorio, un joven médico que comparte junto a él un espacio pequeño en donde cada uno tiene su cama, una mesita de luz y deben compartir el placard, el baño y una heladerita.

“En cada uno entran dos personas. Acá hay muchas actividades para hacer y se ofrecen un montón de servicios: gimnasio, pantallas para ver los partidos, lavandería, supermercado, farmacia, alquiler de autos y un comedor”, explicó Javier.

El hombre precisó que “en los supermercados te podés encontrar con lo mismo que hay en uno de Argentina”.

Las habitaciones también incluyen las sábanas, toallas y un aire acondicionado portátil, clave para soportar las altas temperaturas que se viven en Doha y que aumentan en una estructura tan cerrada.

“En este complejo, el alquiler está US$207 por noche para dos personas cuando es solo la estadía; US$245 con desayuno y cena. Las comidas se sirven en el comedor grande. Ahí podés servirte las veces que sean necesarias. Acá las distancias no son muy largas y aprovechamos para caminar un poquito”, explicó.

Si las piernas no aguantan, él y Victorio disponen de dos monopatines que funcionan con una carga previa y les permite movilizarse por todo el previo. “Le ponemos 50 riales qataríes, que serán unos US$20 y con eso la piloteamos. Los dejamos cerquita de nuestro contenedor para que nadie los use, para tenerlos a mano”, contó Javier.

En cuanto al descanso, coincidieron en que ambos tratan de cerrar bien las ventanas porque de noche se escuchan los gritos de la gente que ve los partidos en las pantallas gigantes.

“Con mi compañero nos llevamos muy bien, estamos todo el día juntos. Salimos temprano, desayunamos, vamos a hacer la actividad que nos corresponde y volvemos tarde. Cuando regresamos, nos duchamos, comemos, miramos algún partido y a dormir”, narró.

Cuando el aburrimiento supera la pereza, ambos se trasladan hasta el sector del gimnasio abierto, cercano a una modesta cancha de básquet, una de fútbol y una de vóley.

“La cama es dura y cuesta un poco acostumbrarse. Pero cuando llegamos y nos bañamos podemos relajarnos y dormir bien. Es raro, el lugar es chico y sí o sí tenés que salir, por eso generalmente caminamos o vemos algún partido. No hay mucho más para hacer”, sostuvo Javier.

El sitio oficial en el que se ofrece este hospedaje destaca que “las comodidades en cada cabina incluyen menaje para preparar té y café, dos botellas de agua por día, heladera, ropa de cama y toallas de baño”.

El complejo posee un área de recepción las 24 horas, servicio de WIFI y limpieza de habitación dos veces por semana. Está a 500 metros del subte, a 6.2 kilómetros del aeropuerto y a 10 kilómetros -en promedio- de todos los estadios. En el predio también funcionan varios food trucks con diversas opciones gastronómicas.

Victorio, médico especializado en la otorrinolaringología, contó que las primeras noches le costó descansar por los ronquidos de su amigo: “Le dije que volvíamos a Buenos Aires y lo operaba. El container tiembla con sus ronquidos”.

“Un instructor me dijo que una empresa me buscaba para ir a Qatar. Me llamó Javier y me trajo con él. Cuando lo hizo y me contó no lo podía creer. A los 15 días se comunicó conmigo y fue allí cuando supe que era el médico elegido para venir acá. Una sensación única, aún me cuesta creer lo que estoy viviendo”, completó Victorio.

 


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