Alberto Fernández atraviesa un momento de profundo dolor tras la muerte de Dylan, su inseparable perro collie. El animal, que lo acompañó durante su presidencia y en su vida cotidiana, falleció después de varios meses de complicaciones de salud, dejando un vacío en la vida del ex mandatario y en quienes conocían su vínculo con el animal.
Dylan no era un perro más: llegó a la Quinta de Olivos en 2019 y se convirtió en una presencia constante durante los cuatro años de gobierno de Fernández. Fotos en los jardines de la residencia y pequeñas anécdotas con el collie mostraban un lado más humano del ex presidente, mientras el perro se transformaba en símbolo de lealtad y ternura en medio de la vida política.
En los últimos tiempos, Dylan vivía junto a Fernández en Puerto Madero y era paseado a diario. Vecinos comentaron que se lo veía más apagado y con dificultades para caminar, señales del paso de los años que finalmente concluyeron en su fallecimiento.
En Instagram, Fernández compartió un mensaje cargado de emoción: “Fuiste parte de mi vida, dándome lealtad, alegría y ternura. Compartimos momentos maravillosos colmados de una silenciosa paz y otros llenos de alegría y bullicio. Hoy, con mucho dolor, te despido. Dylan, mi entrañable amigo, gracias por tanto amor. Ahora correrás en algún paraíso donde, seguramente, volveremos a encontrarnos”.
La noticia conmovió a miles de argentinos, desde seguidores del ex presidente hasta vecinos y amantes de los animales. En Salta, donde la relación con los animales es especialmente valorada, la despedida resonó con fuerza: muchos compartieron mensajes de cariño recordando a sus propias mascotas.
Dylan había sido un compañero constante, incluso durante la pandemia, acompañando a Fernández en caminatas por Olivos y en momentos de intimidad en el hogar. Su historia recuerda que detrás de la política hay personas con afectos, pérdidas y vínculos que trascienden lo institucional.
Con la partida de Dylan, se cierra un capítulo emotivo en la vida del ex mandatario, dejando el recuerdo de un amigo leal que acompañó años de trabajo, decisiones y momentos privados. Desde Puerto Madero hasta Salta, su historia resuena como la de tantos perros que no son solo mascotas, sino parte de la familia.