Un pasacalle con una frase tan inesperada como divertida alcanzó en pocos días la categoría de fenómeno viral en Argentina. La historia detrás de ese cartel resume una de esas anécdotas que confirman que el amor puede aparecer en cualquier rincón, incluso en un gimnasio de boxeo, y que puede expresarse de formas poco tradicionales, como letras enormes colgadas en plena ciudad.
El cartel decía: “Se me llenó la tanga de baba”. Quienes lo vieron no tardaron en sacar fotos y compartirlas en redes sociales. En pocas horas, la imagen circuló por grupos de WhatsApp, publicaciones de Facebook y hasta en cuentas de Instagram de humor. Lo que parecía una ocurrencia aislada terminó convirtiéndose en el disparador de una historia romántica con final feliz.
Detrás de esas palabras estaban Vanesa, de 42 años, y Gabriel, de 49, dos vecinos de La Plata que se conocieron en circunstancias muy poco románticas: un club de boxeo. Entre guantes, transpiración y entrenamientos, apenas se cruzaban. Ella había llegado buscando un espacio de descarga física después de años de dedicarse a la economía y, más tarde, al mundo artístico a través de la ilustración y el tatuaje. Él, platense de toda la vida, empleado en una empresa de electricidad, aprovechaba las clases para mantenerse activo.
El flechazo no ocurrió en el ring ni en una clase, sino durante una simple reunión organizada por el profesor del gimnasio. Aquella “pizzeada” del 23 de julio de 2023 fue el escenario del primer acercamiento real. Entre risas, bromas y la chispa natural de ambos, terminaron conversando como si se conocieran de toda la vida. Y al cierre de la noche, hubo un beso apasionado que los marcó para siempre.
Desde entonces, lo suyo fue avanzando sin presiones pero con la intensidad propia de quienes sienten que encontraron a la persona indicada. Sin embargo, Vanesa, directa y segura de lo que quiere, necesitaba algo más: un gesto, una señal clara de que la relación iba en serio. No le bastaba con el “algo” que tenían, quería una definición. Y Gabriel, consciente de esa inquietud, decidió actuar a su manera.
Lo que nadie esperaba era que la respuesta llegara en forma de pasacalle. En una época en la que las declaraciones de amor suelen limitarse a un posteo en redes sociales, Gabriel optó por el gesto clásico y popular: letras grandes en la vía pública. Solo que esta vez no fue una frase edulcorada, sino una ocurrencia con humor y desparpajo, que lejos de incomodar, terminó desatando carcajadas.
Cuando Vanesa se encontró con el cartel, primero se sorprendió, después se rió y, finalmente, se emocionó. Esa mezcla de ocurrencia y ternura fue suficiente para que el gesto se transformara en la confirmación que estaba esperando. Y en paralelo, mientras la pareja celebraba su propia historia, las redes se encargaban de convertir el pasacalle en un fenómeno.
La Plata entera se hizo eco de la historia. Lo que comenzó como un gesto privado terminó siendo comentado en bares, oficinas y hasta en grupos de amigos. La foto del cartel viajó rápido y llegó a otras provincias, donde también despertó sonrisas y comentarios cómplices. En un país acostumbrado a las noticias duras de la política o la economía, un pasacalle de amor con humor se convirtió en un respiro necesario.
Vanesa y Gabriel, lejos de buscar fama, se vieron envueltos en una ola de cariño. Para ellos, lo más importante era el mensaje: que una relación se construye tanto con momentos de intensidad como con gestos que aportan alegría y complicidad. La creatividad, la risa y el juego fueron la base de una historia que, más allá de la viralidad, refleja lo que muchos buscan en la vida cotidiana: alguien con quien compartir lo simple.
Hoy, la pareja sigue adelante, consolidada y feliz, demostrando que a veces los vínculos más sólidos nacen de coincidencias inesperadas. Y que incluso un club de boxeo puede convertirse en escenario del amor.