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Los álbumes que definieron 2025 y sorprendieron al mundo

Entre artistas emergentes y figuras consagradas que tomaron riesgos, 2025 dejó una lista de discos que rompieron expectativas y ampliaron los límites de los géneros.

Los álbumes que definieron 2025 y sorprendieron al mundo

En un panorama global sin un favorito absoluto, 2025 se consolidó como un año de exploraciones sonoras y búsquedas personales. La ausencia de consensos permitió que la conversación musical se abriera a artistas que, desde distintos rincones del mundo, apostaron por propuestas arriesgadas, híbridas y emotivas. La música se movió entre la nostalgia, la experimentación digital y el renacimiento del rock, sin perder de vista el pulso de las redes sociales, que hoy marcan ritmos, tendencias y expectativas.

La energía renovadora llegó temprano con Effie, figura en ascenso del hiperpop coreano, cuyo EP Pullup to Busan 4 More Hyper Summer It’s Gonna Be a Fuckin Movie condensó el caos creativo de su generación. Con estructuras mutantes y melodías que parecen dialogar con los comentarios online, la artista marcó un quiebre en un año donde lo digital se volvió parte inseparable de la composición musical.

En otro registro, Jim Legxacy entregó uno de los trabajos más intensos del 2025 con Black British Music (2025), un álbum que mezcla hip-hop y folk para abordar el duelo, la memoria y la fragilidad emocional. Su narrativa íntima y fragmentada lo posicionó rápidamente como uno de los discos más conmovedores de la temporada.

La escena pop también tuvo sus momentos de reinvención. Justin Bieber sorprendió con Swag, un regreso al R&B suave que siempre quiso explorar, mientras Rosalía presentó Lux, un proyecto ambicioso que retoma la idea de una ópera pop global y la lleva a un nivel estético poco frecuente en la industria. Bad Bunny, por su parte, lanzó Debí tirar más fotos, un álbum que une modernidad y tradición en un gesto de madurez artística que lo mantuvo en el centro de todas las conversaciones.

El rock, lejos de apagarse, volvió a mostrar los dientes. Geese presentó Getting Killed, un disco feroz, descarado y profundamente juvenil que combina influencias históricas con una frescura contundente. De la misma escena neoyorquina emergió el séptimo álbum de Water From Your Eyes, It’s a Beautiful Place, una obra que equilibra experimentación y precisión compositiva con un humor seco y guitarras abrasivas que definieron su identidad.

El pop más lúdico también tuvo nuevas voces que ganaron protagonismo. Addison Rae sorprendió con Addison, un álbum que retrata la vida digital desde la perspectiva de una joven expuesta al escrutinio constante. Sailorr debutó con From Florida’s Finest, un trabajo de R&B juguetón y psicológico, mientras Jade Thirlwall deslumbró con That’s Showbiz Baby!, una declaración de independencia artística cargada de teatralidad y energía pop.

El country encontró un tono introspectivo con I’m the Problem de Morgan Wallen, un giro melancólico que lo mostró más vulnerable que nunca. En paralelo, la francesa Oklou presentó Choke Enough, un álbum de dream-pop delicado y perturbador, construido sobre capas que revelan una habilidad pop más firme de lo que parece a primera escucha.

El rap mantuvo su diversidad con propuestas como Let God Sort Em Out de Clipse, donde los hermanos Pusha T y Malice exploraron la madurez, las pérdidas y las tensiones morales; Already Legend de YFN Lucci, cargado de melancolía y resurgimiento personal; y Music de Playboi Carti, un intento por reconstruir el sonido del rap desde los restos de sus propias deconstrucciones previas.

En paralelo, una larga lista de discos complementó el año con aportes que, aunque menos masivos, fueron igual de influyentes: desde Trying Not to Have a Thought de Algernon Cadwallader hasta A Tropical Entropy de Nick León o Live Laugh Love de Earl Sweatshirt, entre muchos otros.

Si algo dejó claro 2025 es que la creatividad encontró su impulso en la ausencia de grandes certezas. La falta de un “mejor álbum” indiscutido abrió el juego a la experimentación, y permitió que nuevas voces y proyectos inesperados tomaran la escena por asalto. Fue un año en el que los géneros se mezclaron sin pedir permiso, los artistas discutieron en tiempo real con su audiencia y la música se volvió, más que nunca, una forma de explorar el mundo que habitamos.


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