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CONMOCIÓN

Murió Ernesto Acher, pionero de Les Luthiers y referente del humor musical que marcó una época

Compositor, instrumentista y creador inquieto, dejó una huella profunda en la música y el humor argentino.

Murió Ernesto Acher, pionero de Les Luthiers y referente del humor musical que marcó una época

El mundo de la cultura argentina despide a Ernesto Acher, uno de los integrantes históricos de Les Luthiers y protagonista central de una de las experiencias artísticas más originales y perdurables del país. A los 86 años, falleció quien supo combinar como pocos la música académica, el jazz, el humor inteligente y una sensibilidad creativa que trascendió generaciones y fronteras.

Acher fue parte del grupo que revolucionó el espectáculo argentino desde comienzos de los años 70, cuando Les Luthiers empezó a consolidar un estilo propio, capaz de cruzar la sátira, la parodia musical y la excelencia interpretativa. Durante quince años, entre 1971 y 1986, aportó composiciones memorables, personajes inolvidables y una versatilidad instrumental que se convirtió en marca registrada del conjunto.

Nacido el 9 de octubre de 1939 en la ciudad de Buenos Aires, Ernesto Raúl Acher Abulafia mostró desde muy chico una inclinación natural hacia la música. Estudió piano y clarinete, y en su adolescencia se dejó atravesar por el jazz, género que lo acompañaría durante toda su vida. Esa formación musical convivió con otra faceta menos conocida pero igualmente sólida: en 1965 se recibió de arquitecto en la Universidad de Buenos Aires, institución en la que también se desempeñó como docente, combinando pensamiento estructural y creatividad artística.

Su llegada a Les Luthiers se dio en abril de 1971, casi de manera circunstancial, cuando reemplazó temporalmente a Marcos Mundstock. Ese primer paso, que incluyó la lectura de los textos de presentación en una función en el Teatro Astengo de Rosario, terminó siendo el inicio de una etapa decisiva. Con el regreso de Mundstock, Acher se incorporó formalmente como compositor y luego como intérprete, ganando cada vez más presencia sobre el escenario.

En los espectáculos del grupo se destacó especialmente por su dominio de los instrumentos de viento, aunque también brilló como pianista y actor. Su talento interpretativo dio vida a personajes que quedaron grabados en la memoria colectiva del público argentino, como el Bufón Copoletto, el Capitán del bergantín o Carlitos II, figuras que sintetizaban humor absurdo, inteligencia y una precisión musical admirable.

Como autor, dejó obras que hoy forman parte del patrimonio cultural del país. Entre ellas sobresalen la célebre “Cantata del adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras”, una parodia monumental de los relatos épicos de la conquista, y “La gallina dijo Eureka”, ejemplo perfecto de su capacidad para unir música elaborada con situaciones disparatadas. Esas creaciones no solo consolidaron el prestigio de Les Luthiers, sino que también marcaron un estándar de calidad difícil de igualar en el humor musical argentino.

El 27 de septiembre de 1986, Acher se despidió del grupo tras quince años de trabajo ininterrumpido. Su última participación fue en el espectáculo “Humor dulce hogar”, cerrando una etapa que dejó una huella profunda tanto en el escenario como detrás de escena. Lejos de retirarse, ese final fue el punto de partida para una nueva búsqueda artística.

Dos años más tarde fundó La Banda Elástica, un proyecto musical ambicioso que reunió a figuras destacadas del jazz argentino. Con ese grupo exploró una fusión libre entre jazz, tango, folklore y rock, siempre atravesada por guiños humorísticos y una puesta en escena cuidada. La Banda Elástica debutó en el Teatro Cervantes, grabó tres discos, estrenó varios espectáculos y realizó giras por distintas ciudades de Argentina y países vecinos como Uruguay, Brasil y Paraguay.

Uno de los hitos de esa etapa fue el ciclo Juntos en Concierto, donde La Banda Elástica compartió escenario con la Camerata Bariloche en funciones realizadas en salas emblemáticas como el Teatro Ópera y el Luna Park. La experiencia confirmó a Acher como un creador inquieto, capaz de dialogar con distintos lenguajes musicales sin perder identidad. El grupo se disolvió en 1993, pero dejó una impronta clara en la escena del jazz argentino.

En 2002, Acher decidió radicarse en Chile, donde inició una nueva etapa ligada a la docencia y la divulgación cultural. En la Universidad Diego Portales dictó materias relacionadas con literatura, técnica narrativa e historia del arte, ampliando su campo de acción más allá de la música. Paralelamente, impulsó diversos proyectos artísticos y pedagógicos, como homenajes a Astor Piazzolla, programas sinfónicos y propuestas pensadas para acercar la música a estudiantes y nuevos públicos.

Ese período, que él mismo definió como profundamente enriquecedor, estuvo marcado por una vida más cercana a la naturaleza y por vínculos humanos que valoró especialmente. Sin embargo, el arraigo y la necesidad de reconectarse con sus afectos lo llevaron a regresar a la Argentina en 2016.

De vuelta en el país, retomó con fuerza la actividad creativa. Presentó espectáculos personales, desarrolló ciclos radiales, organizó veladas temáticas y creó la Offside Chamber Orchestra, una orquesta de cámara integrada por más de veinte músicos. Hasta sus últimos años mantuvo una intensa producción artística, siempre fiel a la idea de que el humor y la música no solo pueden convivir, sino potenciarse mutuamente.

La noticia de su muerte generó una fuerte repercusión en el ámbito cultural argentino, donde su figura es sinónimo de ingenio, sensibilidad y rigor artístico. Para el público del interior del país, incluyendo provincias como Salta, su obra fue durante décadas una referencia ineludible, presente en teatros, radios y conversaciones familiares, donde el humor de Les Luthiers encontró un lugar privilegiado.

Ernesto Acher se va dejando un legado enorme. Fue mucho más que un integrante de Les Luthiers: fue un artista integral, un creador curioso y un músico capaz de reírse de la solemnidad sin perder profundidad. Su aporte al espectáculo argentino sigue vivo en cada función recordada, en cada melodía reconocible y en ese humor inteligente que, todavía hoy, invita a pensar y a sonreír al mismo tiempo.


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