Sam Rivers, bajista y miembro fundador de Limp Bizkit, murió este sábado a los 48 años tras una dura batalla contra el cáncer. La noticia fue confirmada por la propia banda en redes sociales, donde lo despidieron con un emotivo mensaje que generó una oleada de reacciones entre fanáticos y músicos de todo el mundo.
La familia no brindó detalles sobre el tipo de cáncer ni las circunstancias exactas del fallecimiento, pero sí pidió respeto por la privacidad en este momento. El músico ya había atravesado problemas de salud graves en el pasado: en 2015 fue diagnosticado con una enfermedad hepática provocada por el alcohol y, dos años más tarde, recibió un trasplante de hígado que lo ayudó a retomar su carrera musical.
Sam Rivers nació en Jacksonville, Florida, en 1977, y fue una figura clave en la creación del sonido característico de Limp Bizkit: una mezcla explosiva de metal, rap y funk que marcó una época. Junto a Fred Durst y su primo John Otto, formó la banda en 1994, cuando apenas era un adolescente.
Con su bajo potente y preciso, fue parte esencial de discos icónicos como Significant Other (1999) y Chocolate Starfish and the Hot Dog Flavored Water (2000), que llevaron al grupo a la cima de los rankings mundiales. Canciones como “Nookie”, “Break Stuff” y “My Generation” se convirtieron en himnos de toda una generación y dejaron su huella también en Argentina, donde la banda cuenta con una base firme de seguidores, incluso en Salta.
A pesar de los años, el grupo supo mantenerse vigente, y Sam siguió tocando hasta hace poco. Su última aparición pública fue en marzo de este año durante el Festival Estéreo Picnic en Colombia, donde subió al escenario con una remera que decía “Fuck Cancer”, dejando claro que seguía peleando.
La noticia de su muerte impactó especialmente a quienes crecieron con su música. En Salta, donde Limp Bizkit sonó fuerte en la radio, en boliches de rock y en reuniones de fanáticos, las redes se llenaron de mensajes de despedida. Muchos lo recordaron como el alma rítmica de la banda, un músico que transmitía energía y pasión en cada presentación.
Aunque ya no esté físicamente, su legado perdura. Sam Rivers no solo marcó el rumbo de una de las bandas más importantes del nu metal, sino que dejó una marca profunda en la historia del rock. Su música seguirá sonando en cada rincón donde haya una guitarra distorsionada y ganas de hacer pogo.