El empate sin alma frente a Auckland City en el Mundial de Clubes no fue solo un resultado; fue la gota que colmó el vaso de una hinchada que, con razón, exige respuestas.
Boca Juniors, un club que respira grandeza, se despidió del torneo con más pena que gloria, evidenciando una planificación deportiva errática y una gestión de Juan Román Riquelme que, lejos de consolidarse, acumula cuestionamientos. La eliminación no es un hecho aislado: es el reflejo de un proyecto que tambalea, incapaz de traducir la mística del club en resultados concretos.
Desde que se conoció el sorteo del Mundial, la tarea de avanzar parecía titánica, pero la apatía exhibida en Estados Unidos no tiene excusas. El equipo de Miguel Ángel Russo, que asumió con la promesa de ordenar el caos, no logró imponer su idea ni siquiera ante un rival de menor jerarquía. La ausencia de Marcos Rojo, referente y capitán, en los minutos jugados, sumada a su presunta discusión con el DT y una amarilla desde el banco, pinta un escenario de ruptura total. Según Augusto César en ESPN, el “desgaste importante” entre Rojo y la dirigencia anticipa su salida inminente, cerrando un ciclo de más de 100 partidos y cuatro títulos que, hoy, parece opacado por la indisciplina y la falta de liderazgo.
Pero Rojo no está solo en la lista de bajas. Esteban Rolón y Cristian Lema, excluidos del Mundial, ya tienen un pie afuera, mientras que nombres como Sergio Romero, Frank Fabra, Lucas Janson, Ignacio Miramón y Agustín Martegani engrosan un plantel que parece sobredimensionado y desmotivado. La situación de Romero, relegado por Agustín Marchesín y el joven Leandro Brey, es paradigmática: un ídolo reducido a un suplente de lujo, sin lugar en un arco que, irónicamente, no ofrece garantías. Fabra, por su parte, transita una despedida anunciada tras casi una década en el club, con un contrato que expira en diciembre y una relación con la hinchada fracturada.
En este contexto de purga, la dirigencia encabezada por Riquelme apuesta al mercado de pases para apagar el incendio. La llegada de Malcom Braida y Marco Pellegrino es un intento tímido de renovación, pero la gran apuesta es Leandro Paredes. El mediocampista, que ya se reunió con Román en Miami, representa la ilusión de un retorno que, si bien ilusiona por su jerarquía, no puede tapar las grietas estructurales. Desembolsar 3.5 millones de euros por su cláusula en Roma suena a una jugada marketinera para calmar las aguas, pero ¿es suficiente para revertir el rumbo de un equipo que no encuentra identidad?
El Consejo de Fútbol, con Riquelme a la cabeza, tiene la chance de mover piezas en el mercado, pero las decisiones hasta ahora han sido más reactivas que estratégicas. La búsqueda de un defensor central y un delantero por las bandas es una admisión tácita de que el plantel actual no da la talla. Sin embargo, la falta de un proyecto claro, sumada a la salida de jugadores clave sin reemplazos inmediatos, genera más dudas que certezas. ¿Es Russo el indicado para liderar esta transición? ¿Puede Riquelme, ídolo eterno como jugador, justificar su gestión desde los despachos?
Boca está en una encrucijada. La eliminación del Mundial de Clubes no es solo un traspié deportivo; es un grito de alerta para una institución que no puede vivir de su historia. La paciencia de la hinchada se agota, y el segundo semestre será una prueba de fuego para un Riquelme que, hasta ahora, no ha logrado transformar su carisma en resultados. La Bombonera espera respuestas, y el tiempo de las promesas ya se acabó.