En una decisión que marca un punto de inflexión en los episodios de violencia que rodean al fútbol argentino, un joven de 21 años fue condenado a seis años y seis meses de prisión por haber protagonizado un ataque armado y dejado amenazas dirigidas al futbolista Ángel Di María. El hecho, ocurrido a fines de mayo en Rosario, generó un fuerte impacto en el ambiente deportivo y reavivó el debate sobre la creciente infiltración del crimen organizado en torno a los clubes más populares del país.
El ataque tuvo lugar el miércoles 29 de mayo, cerca de las diez de la noche, en una estación de servicio ubicada en la zona sur de Rosario, ciudad que en los últimos años se ha convertido en un epicentro de disputas violentas entre bandas narco. Según la investigación, Marcos Natanael Sánchez llegó al lugar junto a otro hombre aún no identificado. Descendieron de una moto y efectuaron cuatro disparos contra el frente vidriado del local. Junto a los casquillos, dejaron un mensaje escrito en papel que decía: “Te estamos esperando, Di María”, firmado por un grupo que se autodenomina “Los Rosarinos”.
Sánchez fue detenido apenas dos días después del ataque y, tras una rápida investigación judicial, se resolvió realizar un juicio abreviado. En la audiencia celebrada en el Centro de Justicia Penal de Rosario, el joven admitió su culpabilidad ante la jueza Silvia Castelli. La sentencia incluyó cargos por intimidación pública, portación ilegal de arma de fuego y robo agravado, ya que la motocicleta utilizada para llegar a la estación había sido robada previamente. La pistola empleada en el ataque, una 9 milímetros, fue encontrada durante el allanamiento en su domicilio.
El caso generó preocupación tanto en el ámbito judicial como entre los hinchas y dirigentes del fútbol argentino. No es la primera vez que un jugador es blanco de amenazas, pero el hecho de que se haya concretado un ataque con armas de fuego en un espacio público volvió a encender las alarmas. En Salta, donde el fútbol también ocupa un lugar central en la vida cotidiana y donde se siguen con atención las trayectorias de jugadores salteños en el país y en el exterior, el caso no pasó desapercibido.
La vuelta de Di María a Rosario Central había sido anunciada con entusiasmo por los hinchas, pero los episodios de violencia que acompañaron su regreso retrasaron su incorporación definitiva. En las semanas previas a este atentado, el entorno del jugador había manifestado su preocupación por el clima de tensión que se vivía en Rosario. Si bien el futbolista finalmente se sumó al equipo, lo hizo bajo estrictas medidas de seguridad.
Lo ocurrido con Sánchez no es un hecho aislado. Rosario viene atravesando una escalada de violencia sin precedentes, con más de 160 homicidios en lo que va del año y un alto índice de delitos vinculados al narcotráfico. La aparición de grupos como “Los Rosarinos”, que se adjudican ataques con mensajes mafiosos, pone en evidencia la penetración del delito organizado incluso en espacios tradicionalmente ajenos como el fútbol.
La condena impuesta por la justicia rosarina no solo busca dar una señal clara sobre las consecuencias de este tipo de actos, sino también desalentar futuras amenazas en un contexto cada vez más sensible. Para los seguidores del fútbol, tanto en Rosario como en Salta y en todo el país, la esperanza está puesta en recuperar la tranquilidad y el espíritu de fiesta que alguna vez definió al deporte más popular de la Argentina.
Mientras tanto, la investigación sigue en curso para dar con el cómplice que acompañó a Sánchez el día del ataque. La identidad del segundo involucrado aún no fue determinada, aunque fuentes judiciales sostienen que hay líneas de investigación firmes. La hipótesis principal apunta a una estructura organizada con vínculos en varios barrios del sur rosarino, donde estos mensajes intimidantes funcionan como mecanismos de presión y control territorial.
Para Ángel Di María, el caso representa otro capítulo difícil en su relación con el club de sus amores. A pesar de haber sido recibido como un héroe en su regreso a Rosario Central, los episodios de violencia empañaron lo que debía ser una etapa de celebración. Aún así, el jugador decidió mantenerse firme en su decisión, confiando en que las instituciones puedan garantizar la seguridad de todos los involucrados.