¡Qué momento para ser hincha de Boca! Pero no por los triunfos, sino por el circo en el que se ha convertido el club bajo la gestión de Juan Román Riquelme.
El ídolo que alguna vez hizo vibrar la Bombonera con su magia en la cancha ahora parece estar dirigiendo un cabaret en lugar de un club de fútbol. La reciente filtración de chats que involucrarian a su hermano, Cristian “Chanchi” Riquelme, con la influencer santiagueña Vale Salcedo, es solo la cereza del pastel en un desastre institucional que avergüenza a cualquier xeneize de corazón.
Empecemos por lo deportivo, porque ahí es donde la cosa duele más. Boca Juniors, el club que supo reinar en América y el mundo, hoy es un equipo sin rumbo, eliminado tempranamente de la Copa Libertadores por Alianza Lima, fuera de la Copa Argentina tras caer 2-1 con Atlético Tucumán, y humillado en el Mundial de Clubes con empates ante Benfica y Auckland City, y una derrota contra Bayern Munich. Diez partidos sin ganar, una racha histórica que no se veía en décadas. La salida de Fernando Gago dejó un vacío que ni Mariano Herrón ni Miguel Ángel Russo han podido llenar. ¿Y qué hace Riquelme mientras el equipo se hunde? Permite que su hermano, sin cargo formal, maneje el club como si fuera su patio trasero.
Y aquí entra el escándalo que convierte a Boca en un chiste: los chats filtrados de Vale Salcedo, quien alardea de privilegios como sumas elevadas de dinero y acceso a oficinas de la Bombonera para supuestos encuentros sexuales con “Chanchi” Riquelme. Aunque no hay pruebas concretas de estos encuentros, la sola idea de que las oficinas del club, un lugar sagrado para los hinchas, se usen para “asuntos personales” es una afrenta. ¿En qué momento Boca pasó de ser el templo del fútbol a un escenario de telenovela barata? La falta de un desmentido oficial por parte de Román o del club solo alimenta el fuego y el descrédito.
Pero no termina ahí. La influencia de “Chanchi”, un tipo sin cargo oficial pero con poder en áreas como prensa, protocolo y el Consejo de Fútbol, es un síntoma de la opacidad que reina en la gestión de Riquelme. Sumemos la denuncia de Paula Seminara, integrante de la Asamblea de Representantes, quien acusó a Cristian de amenazas y agresión física durante el Mundial de Clubes, con una denuncia judicial de por medio. ¿Es este el “código” que Riquelme defiende? Porque suena más a mafia que a fútbol.
Las críticas no vienen solo de los hinchas. Figuras como Mauricio Macri, Mario Pergolini y Gabriel Anello han sido lapidarios: “una oscuridad”, “una dirigencia que dejó de funcionar”, “un fracaso histórico”. Y tienen razón. Riquelme, el genio del pase, parece perdido en la presidencia, más preocupado por mantener su círculo íntimo que por devolverle a Boca su grandeza. La Bombonera, que debería ser un fortín inexpugnable, hoy es un cabaret donde los escándalos offside superan a los goles.
Román, alguna vez fuiste el alma de Boca, pero hoy sos el capitán de un barco que se hunde en el ridículo. Si amás al club como decís, hacé un favor a los hinchas: poné orden, limpiá la casa y devolvé a Boca el respeto que merece. Porque así, entre chats subidos de tono y derrotas humillantes, no hay pasión xeneize que aguante.