La industria alimenticia atraviesa uno de los momentos más delicados de los últimos años. En los últimos once meses, la producción cayó en ocho oportunidades y desde finales de 2024 acumula una baja superior al 5%. Este retroceso se da en paralelo a un marcado crecimiento de las importaciones de alimentos, que durante 2025 alcanzaron niveles récord y comenzaron a generar preocupación por su impacto en la actividad, el empleo y la sustentabilidad del sector.
El rubro de Alimentos y Bebidas es el de mayor peso dentro del Índice de Producción Industrial y suele funcionar como un sostén del mercado interno. Si bien en el balance general todavía muestra una variación positiva, la tendencia reciente refleja un cambio de escenario. Entre noviembre del año pasado y octubre de este año, la caída acumulada fue del 5,3%, un dato que contrasta con la expansión del ingreso de productos del exterior.
Tradicionalmente, la evolución de la industria alimenticia está ligada al desempeño del sector agropecuario, las exportaciones y el nivel de consumo interno. Sin embargo, en el último tiempo se sumó con fuerza un nuevo factor: el avance de las importaciones, que ya no se limitan a bienes históricamente comprados afuera, sino que incluyen alimentos elaborados que compiten de manera directa con la producción nacional.
Entre enero y septiembre, las importaciones de bienes de consumo alcanzaron el nivel más alto desde que existen registros. Dentro de ese conjunto, los alimentos explicaron una porción significativa del crecimiento. Las compras externas del sector superaron los 1.370 millones de dólares, lo que implicó un aumento cercano al 50% interanual y un salto aún mayor respecto de 2023.
El fenómeno no se limita a productos industrializados. También crecieron con fuerza las importaciones de alimentos de consumo masivo que, si bien no siempre forman parte de la industria alimenticia formal, inciden en el mercado interno y en el uso de divisas. En conjunto, estas operaciones reforzaron la competencia en góndola en un contexto de consumo debilitado.
Dentro de la industria, los mayores incrementos se registraron en rubros clave como carnes, panificados y productos de pastelería. En el caso de las carnes, las importaciones se multiplicaron más de cuatro veces en lo que va del año, pasando de niveles bajos a montos que superan los 240 millones de dólares. En panificados, las compras externas se duplicaron, con un protagonismo creciente de grandes cadenas y marcas líderes.
Este cambio de estrategia empresarial coincidió con ajustes en plantas productivas, menor uso de la capacidad instalada y readecuaciones en los esquemas de trabajo. De hecho, casi 300 empresas que no importaban alimentos en 2023 comenzaron a hacerlo en 2025, mientras que otras ampliaron de manera significativa su canasta de productos del exterior.
El debate de fondo gira en torno al impacto de la apertura comercial sobre la industria local. Para algunos analistas, el aumento de importaciones reduce la competitividad y la participación de mercado de las empresas nacionales, que enfrentan estructuras de costos más elevadas. Otros señalan que el principal factor detrás de la caída de la producción sigue siendo la retracción del consumo, más que la competencia externa en sí misma.
En ese sentido, el menor poder adquisitivo de los hogares aparece como un condicionante central. Aun tratándose de bienes esenciales, el consumo de alimentos muestra cambios en cantidades y calidades, lo que afecta la rotación de productos y los niveles de producción.
Mientras tanto, los efectos ya empiezan a reflejarse en el empleo. Los registros oficiales muestran una leve pero persistente reducción de puestos de trabajo en la industria alimenticia desde fines del año pasado. En paralelo, la esperada baja de precios por mayor competencia importada todavía no se consolida: los alimentos continúan mostrando fuertes oscilaciones, con subas recientes en productos sensibles como la carne.
Con una producción en retroceso y un ingreso de alimentos del exterior en máximos históricos, la industria alimenticia enfrenta un escenario de tensión creciente. El desafío hacia adelante será encontrar un equilibrio entre la apertura comercial, la defensa de la producción local y la necesidad de sostener el consumo en un contexto económico todavía inestable.