El mercado laboral argentino cerró el tercer trimestre del año con una señal moderadamente positiva: la tasa de desocupación se ubicó en el 6,6%, lo que representó una baja de 0,3 puntos porcentuales en comparación con el mismo período del año anterior. Sin embargo, detrás de ese descenso se mantiene una realidad compleja, con más de 1,4 millones de personas que buscan trabajo y no logran insertarse en el sistema productivo.
La mejora del desempleo estuvo acompañada por un crecimiento tanto en la tasa de empleo como en la tasa de actividad, dos indicadores clave para evaluar el dinamismo del mercado laboral. La proporción de personas ocupadas sobre el total de la población alcanzó el 45,4%, mientras que la tasa de actividad —que mide cuántas personas trabajan o buscan trabajo— subió al 48,6%. Ambos registros mostraron avances respecto del año pasado y también frente al trimestre inmediato anterior.
En términos absolutos, la población económicamente activa llegó a los 22,65 millones de personas en todo el país. De ese total, unas 21,3 millones se encontraban ocupadas, mientras que cerca de 1,4 millones permanecían desocupadas, es decir, sin empleo pero con búsqueda activa. La reducción del desempleo fue considerada estadísticamente significativa en la comparación trimestral, lo que refuerza la idea de una mejora gradual, aunque todavía frágil.
A pesar de estos datos alentadores, el escenario laboral continúa mostrando tensiones estructurales. Una parte importante de quienes tienen trabajo lo hace en condiciones precarias o insuficientes, lo que se traduce en una elevada presión sobre el mercado laboral. La tasa de subocupación alcanzó el 10,9% de la población económicamente activa, equivalente a unas 2,46 millones de personas que trabajan menos de 35 horas semanales y están dispuestas a trabajar más.
A este grupo se suman los ocupados que, aun teniendo empleo, buscan activamente otro trabajo o más horas laborales. Este segmento representó el 16,1% de la población económicamente activa. Si se consideran en conjunto los desocupados, los subocupados y los ocupados demandantes y disponibles, la presión total sobre el mercado laboral llegó al 28,7%. Aunque este indicador mostró una baja tanto interanual como respecto del trimestre previo, sigue reflejando un nivel elevado de fragilidad en la calidad del empleo.
Otro de los puntos críticos es la informalidad laboral, que continúa afectando a una porción significativa de los trabajadores. La mayoría de las personas ocupadas son asalariadas, seguidas por quienes trabajan por cuenta propia. Sin embargo, dentro del universo de asalariados, el 36,7% no cuenta con aportes jubilatorios, una de las principales señales de empleo informal.
En términos generales, la informalidad laboral alcanzó al 43,3% de la población ocupada, con un aumento en la comparación interanual. Este fenómeno no solo impacta en los ingresos presentes de los trabajadores, sino que también compromete su acceso a derechos básicos como la seguridad social y la jubilación futura. Dentro del grupo de asalariados informales, una minoría realiza aportes previsionales por cuenta propia, mientras que la mayoría no efectúa ningún tipo de contribución.
El informe también permitió observar cómo se distribuye la intensidad del trabajo. Poco más de la mitad de los ocupados, el 57,6%, fue clasificado como ocupado pleno, mientras que el 28,2% trabajó más de 45 horas semanales, lo que los ubica en la categoría de sobreocupados. En contraste, el 11,6% se desempeñó como subocupado y un 2,6% no trabajó durante la semana de referencia, aun cuando mantenía un vínculo laboral.
Las diferencias regionales siguen siendo una característica marcada del mercado de trabajo en Argentina. En los grandes centros urbanos, especialmente en los aglomerados de más de 500.000 habitantes, la tasa de desocupación fue más elevada que en las ciudades medianas y pequeñas. Mientras los grandes conglomerados registraron un desempleo del 6,9%, en los aglomerados con menos de 500.000 habitantes el indicador descendió al 5,2%.
El Gran Buenos Aires volvió a ubicarse por encima del promedio nacional, con una tasa de desocupación del 6,8%. Dentro de ese conglomerado se observó una fuerte disparidad: la Ciudad de Buenos Aires mostró uno de los niveles más bajos del país, mientras que los partidos del conurbano concentraron registros sensiblemente más altos.
La región Pampeana presentó algunos de los indicadores más elevados, con varios aglomerados urbanos que superaron claramente la media nacional. En contraste, el Noroeste argentino exhibió una de las tasas regionales más bajas, por debajo del promedio general, aunque con diferencias internas entre los distintos centros urbanos. En el Noreste y la Patagonia también se registraron contrastes marcados entre ciudades con bajo desempleo y otras con cifras preocupantes.
En conjunto, los datos del tercer trimestre confirman una leve recuperación del mercado laboral, impulsada por una mayor participación y un crecimiento del empleo. No obstante, la persistencia de altos niveles de informalidad, subocupación y búsqueda de empleo adicional pone en evidencia que la mejora aún no se traduce en una mayor calidad del trabajo ni en una reducción sustancial de las desigualdades regionales. El desafío, hacia adelante, sigue siendo consolidar la creación de empleo formal y sostenible en un contexto económico todavía atravesado por la incertidumbre.