La llegada de diciembre, tradicional motor de ventas para el sector juguetero, encuentra este año a la industria atravesando un panorama inusualmente adverso. Con consumos estancados, comercios históricos cerrando y un flujo de importaciones que no da respiro, la actividad ingresó en un período que muchos describen como el más crítico de la última década. En un contexto marcado por la incertidumbre económica, las expectativas que suele generar el mes de las Fiestas no alcanzan para revertir una tendencia que se consolida mes a mes.
La Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ) definió la situación como una “alarma urgente”, al advertir que el consumo en jugueterías, supermercados y cadenas permanece sin signos de recuperación. Aunque en paralelo crece el comercio online, su participación —cerca del 25% del total— aún es insuficiente para compensar la caída generalizada. La retracción se ve reflejada en el cierre de locales tradicionales que habían logrado sobrevivir a crisis anteriores, pero que ahora no encuentran margen para sostener la operación diaria.
El diagnóstico del sector es contundente: las familias redujeron el presupuesto destinado a juguetes, optan por opciones de menor valor y postergan compras que antes se resolvían con rapidez. A esto se suma un cambio sostenido en los hábitos de juego, marcado por el avance de las pantallas, que terminó desplazando a los juguetes físicos en buena parte de las preferencias infantiles. A nivel demográfico, el escenario también juega en contra: la tasa de natalidad cayó más del 40% en la última década, achicando el mercado potencial y obligando a los comercios a adaptarse a una demanda más acotada.
En paralelo al descenso del consumo, la industria enfrenta un fenómeno que la golpea de frente: el crecimiento explosivo de las importaciones. Entre enero y octubre de 2025, ingresaron al país más de 91 millones de dólares en juguetes, un aumento interanual cercano al 60% en valor y superior al 90% en volumen. China continúa liderando con amplia diferencia, concentrando más del 85% del total. Para los fabricantes argentinos —mayoritariamente pymes— competir contra productos de bajo costo, fabricados en escalas industriales muy superiores, se vuelve cada vez más complejo.
El dato que más inquieta a la industria es la multiplicación de empresas importadoras: pasó de 199 a 530 en un año. Esto implica un ingreso masivo de nuevos jugadores en un mercado que no crece y que, por el contrario, se achica. La combinación es explosiva: mayor oferta, menor demanda y un escenario donde los comercios formales sienten que su estructura impositiva y laboral se vuelve una desventaja frente a circuitos más flexibles o directamente informales.
Ese frente informal también se expande con fuerza. Las compras mediante servicios puerta a puerta, la reventa por redes sociales y el contrabando de artículos sin certificación generan competencia desequilibrada y dificultan aún más la situación de quienes operan dentro del sistema legal. Según la CAIJ, muchos de esos productos ingresan sin cumplir estándares básicos de seguridad y, en algunos casos, contienen materiales prohibidos como metales pesados. Aun así, llegan al consumidor final a precios muy por debajo de los juguetes nacionales o importados en forma regular.
En este punto, el sector advierte sobre un riesgo que trasciende lo comercial: la salud y seguridad de los niños. La falta de trazabilidad en parte de los productos que circulan en plataformas digitales y la presencia de certificaciones falsas o no válidas constituye un problema en crecimiento. La Cámara pide reforzar controles en fronteras y aduanas, y establecer reglas más precisas para la venta online, especialmente en lo referido al origen y composición de los artículos.
Además de los problemas vinculados al comercio interno y externo, las fábricas locales trabajan con niveles de capacidad ociosa que no se veían desde hace años. El descenso en la producción repercute en cadena: disminuye la actividad de proveedores, se frenan lanzamientos y se pone en riesgo el empleo de miles de trabajadores que dependen del movimiento anual, especialmente del pico navideño. La industria teme que, de no tomarse medidas, la caída derive en cierres definitivos de plantas y en la pérdida de know-how productivo acumulado durante décadas.
Frente a este panorama, la CAIJ reclama medidas urgentes que permitan recuperar competitividad y proteger la producción nacional. Entre los pedidos se destacan: controles más estrictos para productos importados, políticas que desalienten el ingreso masivo de artículos sin aval técnico, incentivos para la fabricación local y regulaciones claras para el comercio electrónico. También plantean la necesidad de campañas de concientización para que las familias puedan identificar juguetes seguros y evitar artículos que no cumplen las normas vigentes.
La proximidad de Navidad y Reyes, fechas históricamente clave para la recaudación del sector, aún despierta cierta esperanza entre comerciantes y fabricantes. Confían en que el tradicional impulso de última hora —potenciado por el aguinaldo— pueda mejorar las ventas y amortiguar parte de la caída acumulada durante el año. Sin embargo, nadie espera un repunte significativo: el objetivo, por estas semanas, es simplemente resistir y evitar que el balance de diciembre termine siendo peor de lo que se proyectaba.
Mientras tanto, la industria sigue con atención la evolución del mercado y las decisiones oficiales. En un sector que emplea miles de familias y abastece a un público particularmente sensible como el infantil, la preocupación no pasa solo por la pérdida económica, sino por el riesgo de que la actividad pierda terreno frente a productos sin control, sin trazabilidad y sin condiciones mínimas de seguridad.
Así, el cierre de 2025 encuentra a la industria del juguete atravesando un momento crucial. Con menos ventas, más competencia externa y un escenario regulatorio que muchos consideran insuficiente, el desafío es sostener una actividad que forma parte de la tradición económica y cultural argentina. En un mes donde los juguetes suelen ocupar un lugar central en el hogar, la pregunta que sobrevuela al sector es si las próximas Fiestas lograrán marcar una diferencia o si este diciembre confirmará una tendencia que preocupa a todos los actores del mercado.