En el corazón de Salta, las calles comerciales empiezan a bullir de gente en estos días previos a las fiestas. Vidrieras llenas de descuentos, cuotas sin interés de los bancos y un ir y venir constante de compradores dan un toque de optimismo al panorama. Pero este ajetreo no es más que un paréntesis en un 2025 que dejó al comercio local luchando contra la corriente de un gasto familiar cada vez más apretado.
Los comerciantes salteños coinciden en que noviembre fue un mes para el olvido, con ventas que tocaron fondo. Muchos consumidores decidieron guardar lo que podían para no llegar con las manos vacías a las celebraciones de fin de año. Así, el dinero que entra ahora en diciembre viene a cubrir regalos navideños, cenas familiares y algún que otro capricho para Reyes, pero no alcanza para revertir el balance anual.
Las promociones juegan un rol clave en este rebote temporal. Ofertas especiales y planes de pago accesibles atraen a la gente que, con el bolsillo ajustado, busca estirar cada peso. En Salta, donde el costo de vida no da tregua, estas estrategias ayudan a mover el stock acumulado y a generar algo de caja antes de que termine el año.
El aguinaldo, ese salvavidas que llega tanto del sector público como del privado, también impulsa este movimiento. Familias enteras salen a gastar parte de ese extra en juguetes, ropa o artículos para el hogar. Aunque los dueños de locales advierten que el objetivo es cerrar diciembre en números decentes, sin ilusiones de un boom que cambie la realidad de fondo.
Mirando hacia 2026, el sector comercial en Argentina, y particularmente en Salta, enfrenta desafíos que van más allá de las fiestas. Los costos operativos no paran de subir, y la presión impositiva se siente como una mochila pesada. Impuestos nacionales, provinciales y municipales, sumados a los gastos en personal y servicios, dejan poco margen para maniobrar en un mercado donde el consumo no repunta.
Esta carga fiscal pone en desventaja a los negocios formales frente a la informalidad que prolifera en las calles salteñas. Vendedores ambulantes o ferias improvisadas compiten sin pagar lo mismo, lo que erosiona las ventas de quienes cumplen con todas las reglas. El comercio legal es el que banca el sistema, aportando para jubilaciones, salud y educación, pero a veces parece que lucha solo.
En cuanto a las declaraciones oficiales sobre un supuesto repunte económico, desde el terreno salteño no se ve tal cosa. El consumo no muestra signos de mejora sostenida, según lo que se observa en los locales día a día. Las estadísticas nacionales podrían pintar un cuadro optimista, pero en la práctica, las cajas registradoras cuentan otra historia.
Se habla mucho del auge de las compras online, que supuestamente explicaría por qué las ventas tradicionales no reflejan el crecimiento. En Salta, el e-commerce crece, sí, sobre todo entre los más jóvenes, pero no pasa del 20% del total. No es el villano principal; el problema real está en la competencia desleal, el contrabando que entra por las fronteras y esas ventas informales que se arman en cualquier garage.
Para los comerciantes, el foco debería estar en nivelar la cancha. Medidas que combatan la informalidad y alivien la presión fiscal podrían dar un impulso real al sector. En un país como Argentina, donde la economía familiar depende tanto del consumo interno, Salta necesita políticas que fomenten el gasto sin ahogar a los negocios.
De cara a las fiestas, el mensaje es claro: disfrutar el momento, pero con los pies en la tierra. El comercio salteño agradece este oxígeno decembrino, pero sabe que el 2026 vendrá con sus propios retos. Mientras tanto, las luces navideñas iluminan las vidrieras, recordándonos que, al menos por unos días, la esperanza se renueva en las calles de la ciudad.