Oh, qué sorpresa, señoras y señores, Argentina se alzó con la primera Copa América del Helado Artesanal en Córdoba, porque, claro, ¿quién más podría dominar el arte de congelar sueños y servirlos en cucurucho?
Durante cuatro días, la capital cordobesa fue el epicentro de una batalla gélida donde el equipo argentino, liderado por el insuperable Eduardo Zacaría, dejó a México, Perú y Ecuador comiendo helado de vainilla rancia en comparación. Con un pase directo al Mundial de Helado en Rímini, Italia, en 2026, los argentinos ya están afilando sus espátulas y soñando con conquistar el paladar global.
El trío de oro —Zacaría, Diego Colaneri y Diego Calculli, todos formados bajo el ala sagrada de la Asociación de Heladeros Artesanales (AFADHYA)— no solo se llevó el primer puesto, sino que también acaparó el premio de la prensa, la mejor torta helada y un reconocimiento al trabajo en equipo. Vamos, que les faltó llevarse el trofeo al mejor peinado bajo la gorra de heladero. Mientras tanto, Ecuador se conformó con el premio al mejor helado (un consuelo, supongo) y Venezuela se llevó el de innovación, porque alguien tenía que intentarlo.
El jurado, presidido por el italiano Sergio Dondoli, quien probablemente aún está lamiéndose los dedos, evaluó cinco pruebas técnicas que los argentinos pasaron con la facilidad de quien pide un cuarto de sambayón un domingo a la tarde. Y no es para menos: el helado argentino, ese símbolo cultural que une a las masas más que el fútbol en un mal día, brilló por su “innovación” y el uso de materias primas locales. Porque, claro, solo en Argentina se puede hacer un helado de dulce de leche que te haga cuestionar todas tus decisiones de vida.
Córdoba, esa joya del interior que ahora se pavonea como capital heladera, fue el escenario perfecto. Según AFADHYA, la ciudad no solo organizó un evento impecable, sino que se convirtió en una “vidriera internacional” para mostrar que, en materia de helados, Argentina no tiene rival. ¿El secreto? Trabajo en equipo, productos locales y, probablemente, una pizca de esa arrogancia criolla que hace que cada cucurucho parezca una obra maestra.
Con la mirada puesta en Italia 2026, el equipo argentino ya se relame los bigotes. Si el mundo pensaba que el helado italiano era intocable, que se preparen: los argentinos van por todo, armados con sus paletas y una soberbia que, hay que admitirlo, está más que justificada. ¿Quién necesita un Mundial de fútbol cuando tienes uno de helado? ¡A congelar, Argentina, a congelar!