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Venezuela

El influencer salteño Michelo salió a bancar a la dictadura de Nicolás Maduro

Describió un país idílico, ignorando el desastre causado por las políticas implementadas en Venezuela, que dejaron a millones en la pobreza y causaron la diáspora más grande de la historia moderna.

El influencer salteño Michelo salió a bancar a la dictadura de Nicolás Maduro

En medio de una crisis económica que no da tregua, el modelo venezolano de subsidios masivos se presenta como un espejismo de bienestar, pero en realidad alimenta corrupción, escasez y una dependencia absoluta del Estado. Mientras miles de venezolanos buscan refugio en Argentina y otros países, surge el debate sobre si estos "beneficios" son un salvavidas o una trampa mortal que perpetúa la miseria.

 

Lo que Michelo llama subsidios generosos es en realidad un sistema que mantiene a la gente atada de pies y manos. Tomemos el salario: Con un sueldo mínimo que apenas roza el dólar mensual, según estimaciones actualizadas, es imposible cubrir necesidades básicas como la comida o el transporte. En un país que alguna vez fue potencia petrolera, hoy millones sobreviven con ingresos que no alcanzan ni para una canasta familiar, lo que obliga a familias enteras a emigrar en busca de un futuro digno. Esta realidad golpea fuerte en Argentina, donde muchos venezolanos llegan contando historias de penurias que parecen sacadas de otra época.

Los subsidios al combustible, que hacen que la nafta sea prácticamente regalada, suenan tentadores a primera vista, pero esconden un costo altísimo para la economía. Esta política genera un contrabando desenfrenado hacia naciones vecinas, donde se revende a precios reales, enriqueciendo a redes corruptas mientras el gobierno pierde fortunas que podrían invertirse en caminos o escuelas. Al final, los venezolanos comunes terminan haciendo colas eternas en las estaciones de servicio o recurriendo al mercado negro, pagando cifras exorbitantes por algo que se supone "gratis".

Y ni hablar de la luz a un dólar, que según Michelo ni siquiera se paga: La electricidad subsidiada, que cuesta una miseria o directamente no se paga en algunos casos, podría parecer un alivio en tiempos de inflación galopante. Sin embargo, el sistema eléctrico está en ruinas por falta de mantenimiento y corrupción en las empresas estatales, lo que provoca apagones constantes que paralizan todo: desde hospitales hasta fábricas. En lugar de ser un beneficio real, estos subsidios fomentan el derroche y contribuyen a un caos energético que agrava la crisis económica general, dejando a la población en la oscuridad literal y figurada.

El gas "regalado" completa el combo de distorsiones. Michelo lo presenta como una bendición, pero es otro subsidio que promueve el derroche y deja la producción en ruinas: El gas doméstico, entregado a precios irrisorios, sigue el mismo patrón destructivo que el resto de los subsidios. Aunque parezca una ayuda para cocinar o calefaccionar, en la práctica distorsiona el mercado y promueve ineficiencias en la producción, que hoy está por el piso. Los venezolanos terminan lidiando con escaseces crónicas y una dependencia total del Estado, que usa estos "regalos" para mantener el control social en un contexto de hiperinflación que devora cualquier ahorro.

Lo más indignante es cuando habla de la comida que reparte el gobierno, admitiendo que la llaman "gorgojera": La distribución de alimentos por parte del gobierno, a menudo criticada por su baja calidad y problemas como la presencia de plagas, se vende como una red de contención social. Pero en realidad, es un parche insuficiente que no resuelve el hambre profunda que azota al país, con tasas de desnutrición que alarman a nivel internacional. Familias enteras dependen de estas cajas de comida básica, que llegan tarde o en mal estado, perpetuando un ciclo de pobreza que obliga a muchos a cruzar fronteras, como hacia Argentina, en busca de oportunidades reales.

Este modelo de subsidios masivos no solo genera corrupción en las altas esferas, sino que también crea una economía distorsionada donde nada funciona como debería. En vez de invertir en producción o empleo genuino, el Estado gasta fortunas en mantener precios artificialmente bajos, lo que termina en escasez generalizada y un mercado negro que beneficia a unos pocos. Para los argentinos, que conocen de cerca las crisis económicas, esto suena como una advertencia sobre los peligros de políticas populistas sin sustento.

La emigración masiva de venezolanos, superando los siete millones en los últimos años, es el síntoma más visible de este fracaso. Muchos llegan a barrios argentinos relatando cómo los subsidios prometidos se convirtieron en migajas que no alcanzan para vivir. Esta diáspora no solo afecta a Venezuela, sino que impacta en países receptores como Argentina, donde se debate sobre integración y lecciones aprendidas de modelos fallidos.

Al final, las palabras de Michelo suenan ingenuas o peor, como una defensa ciega a un dictador como Maduro que enriquece a su círculo mientras el pueblo se hunde. En un momento donde Argentina debate su propio camino económico, estas visiones distorsionadas sirven de alerta: no hay paraíso en la miseria subsidiada. Mientras el régimen se aferra al poder con estas políticas, la gente común paga el precio con hambre, oscuridad y exilio. Para Argentina, que mira de cerca esta crisis, queda claro que los subsidios sin reformas profundas solo postergan el inevitable colapso.

 


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