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FENÓMENO

Un asteroide del tamaño de una casa pasará cerca de la Tierra este 16 de agosto

El cuerpo celeste, denominado 2025 PR1, se aproximará a nuestro planeta a casi un millón de kilómetros de distancia.

Un asteroide del tamaño de una casa pasará cerca de la Tierra este 16 de agosto

Este viernes 16 de agosto, un asteroide de unos 17 metros de ancho —equivalente al tamaño de una casa promedio— pasará cerca de la Tierra a una velocidad de más de 28.000 kilómetros por hora. Si bien su paso se producirá a una distancia considerada segura, el evento reaviva el debate sobre la importancia de seguir monitoreando de cerca el tránsito de cuerpos celestes que circulan por las cercanías del planeta.

La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) ha seguido con atención al asteroide 2025 PR1, que se aproximará a aproximadamente 980.000 kilómetros de la Tierra, una distancia que equivale a más del doble de lo que nos separa de la Luna. Desde Salta, como en muchas otras regiones del mundo, la comunidad científica y los aficionados al cielo estarán atentos al paso de este visitante cósmico, que si bien no se podrá observar a simple vista, forma parte del registro continuo de lo que se conoce como Objetos Cercanos a la Tierra (NEOs, por su sigla en inglés).

La presencia de asteroides como el 2025 PR1 no es un hecho aislado. Según los reportes más recientes, este será apenas uno de los varios cuerpos celestes que pasarán cerca del planeta en los próximos días. El 17 de agosto, se espera el paso del asteroide 2025 PM, de un tamaño comparable al de un avión comercial, mientras que el 20 de agosto cruzarán por las inmediaciones terrestres dos objetos más: uno similar a un estadio, de más de 300 metros de diámetro, y otro de unos 49 metros de ancho.

Estos movimientos son parte del patrón regular del sistema solar, donde miles de asteroides circulan en órbitas que pueden variar con el tiempo. En general, los objetos de menor tamaño, de hasta 10 metros de ancho, tienden a ingresar a la atmósfera con frecuencia, generando bolas de fuego o estallidos sónicos que pueden escucharse en tierra. Aunque la mayoría de estos casos no representan un riesgo grave para la población, los eventos recientes han impulsado mayores esfuerzos en la detección temprana y el análisis preciso de sus trayectorias.

La NASA, en conjunto con otros centros de estudio internacionales, sigue fortaleciendo sus sistemas de monitoreo en tiempo real, apuntando a mejorar la capacidad de anticipación ante amenazas de mayor magnitud. Por ejemplo, a principios de este año se registró el caso del asteroide 2024 YR4, que durante semanas mantuvo una probabilidad del 3,1% de impactar contra la Tierra en el año 2032. Esa cifra representaba el nivel más alto de riesgo detectado para un objeto de ese tamaño hasta la fecha. Con mediciones más recientes, la posibilidad de colisión con nuestro planeta fue descartada, aunque el nuevo cálculo elevó el riesgo de impacto con la Luna a un 4,3%, lo que también mantiene el caso en la mira de los observatorios.

Según el Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS), el 2024 YR4 está actualmente fuera del alcance de los telescopios terrestres, pero se espera poder retomar su observación en 2028, cuando su órbita lo acerque nuevamente a nuestro sistema. A pesar del riesgo lunar, los científicos aclaran que un impacto con nuestro satélite natural no afectaría su órbita ni generaría consecuencias para la vida en la Tierra.

Mirando más a largo plazo, el escenario que genera mayor inquietud entre los científicos tiene como protagonista a Bennu, un asteroide de aproximadamente 500 metros de diámetro. Este cuerpo fue objeto de estudio intensivo por parte de varias misiones, entre ellas la OSIRIS-REx, que incluso recolectó muestras de su superficie. Según cálculos actuales, existe una posibilidad en 2.700 de que Bennu impacte la Tierra en septiembre del año 2182.

Aunque parezca un escenario remoto, las consecuencias de un choque de tal magnitud serían catastróficas. Se espera que un evento de esas características genere terremotos, incendios, cambios climáticos y una enorme cantidad de polvo suspendido en la atmósfera, lo que podría alterar el equilibrio del planeta durante varios años. De hecho, estimaciones recientes proyectan una caída global de la temperatura de casi 4 grados y una reducción del 15% en las lluvias a escala planetaria. Además, se prevé que la capa de ozono se vea afectada y que la fotosíntesis en las plantas disminuya significativamente, con potenciales consecuencias en la producción de alimentos.

Frente a estos escenarios, la comunidad científica internacional insiste en la necesidad de fortalecer la cooperación entre países, agencias espaciales y universidades. Tanto en Estados Unidos como en Europa y Asia, existen programas en desarrollo para desviar asteroides mediante el uso de tecnología espacial, como naves que puedan alterar levemente la trayectoria de un objeto en curso de colisión. La reciente misión DART, que logró desviar a un pequeño asteroide al impactarlo de manera controlada, marcó un primer paso hacia este tipo de soluciones preventivas.

A medida que la tecnología avanza y los estudios del universo se multiplican, la conexión con lo que sucede más allá de nuestra atmósfera se vuelve cada vez más cotidiana. Si bien el paso del asteroide 2025 PR1 no representa un riesgo para la Tierra, sí nos recuerda que estamos insertos en un sistema dinámico, en el que el monitoreo constante y la cooperación internacional son claves para garantizar nuestra seguridad frente a los misterios del cosmos.

 


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