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Cristina Kirchner habló tras la condena por corrupción: “Pondremos el cuerpo porque no nos profugamos, no somos mafiosos”

Con un show desde el balcón del PJ, el dedo en alto y la indignación ensayada, Cristina soltó su nueva joya: “El partido judicial le pone un cepo al voto popular”.

Cristina Kirchner habló tras la condena por corrupción: “Pondremos el cuerpo porque no nos profugamos, no somos mafiosos”

Tras el cachetazo de la Corte Suprema que ratificó su condena por corrupción en la causa Vialidad, la exmandataria no se quedó llorando en un rincón. No, señores, ella salió al balcón del PJ, rodeada de un par de decenas de militantes que la vitoreaban como si fuera Evita reencarnada, y nos regaló un discurso que parecía guionado por el mismísimo Hugo Chávez en sus mejores días.

 

Con el dedo en alto y la indignación ensayada, Cristina soltó su nueva joya: “El partido judicial le pone un cepo al voto popular”. ¡Toma ya! Porque, claro, la justicia no juzga, conspira. Y qué casualidad, según ella, que el fallo llegue “un mes antes de la formalización de candidaturas en Buenos Aires”. Un cronograma electoral más preciso que el almanaque de Mirtha Legrand. A su lado, Alicia Kirchner y Máximo, fieles escuderos de la dinastía, asentían como si estuvieran en un casting para “Game of Thrones”.

Pero Cristina no se quedó en la queja. No, ella ve “más allá de sus narices” (y qué narices, señoras y señores). Advirtió que el “poder económico” está tropezando con la misma piedra, porque, obvio, solo el peronismo puede salvarnos cuando “esto se desplome”. Porque, según su bola de cristal, el dólar pisado y los préstamos millonarios son “la crónica de una muerte final”. Un final sin final feliz, como sus discursos: largos, intensos y con un dejo de apocalipsis.

Y ahí fue cuando apuntó al Gobierno, esa “derecha mafiosa” que, según ella, quiere un peronismo desorganizado. Pero no contaban con su astucia. Cristina, cual Nostradamus de Recoleta, predijo el colapso de Milei: salarios por el piso, La Salada cerrada, jubilaciones que no alcanzan. “Me pueden meter presa”, bramó, “pero los padres seguirán queriendo que sus hijos coman cuatro veces al día”. Porque, claro, en la Argentina de Cristina, la cárcel es solo un decorado para su próximo monólogo.

No podía faltar el autobombo: “Fui elegida dos veces presidenta y despedida con una multitud desbordante en Plaza de Mayo”. Olvidó mencionar su vicepresidencia, pero para qué arruinar la épica. Luego, en un giro digno de un culebrón, llamó al peronismo a organizarse para pescar a los descontentos, porque “el pueblo no se resigna”. Y ella, humilde como siempre, aclaró que “nadie tiene la vaca atada”, aunque todos sabemos que la vaca lleva el tatuaje de la K.

Al cierre, entre lágrimas de cocodrilo y abrazos militantes, Cristina agradeció “el aguante, el amor y el afecto” (porque sin aplausos no hay show) y mandó a su tropa a militar. “Ayudemos a los que necesitan ser organizados”, dijo, mientras el país sigue preguntándose quién organiza el desastre que dejaron. Y así, con un “los quiero mucho”, se despidió, lista para el próximo capítulo de su saga: “Cristina vs. la realidad”. ¡No se la pierdan!

 


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