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¡Desde su prisión!

Cristina Kirchner pidió la liberación de los militantes kirchneristas “tira cacas” que atacaron la casa de Espert

Esta postura no solo refleja su desprecio por las normas de convivencia democrática, sino que también evidencia su intento de capitalizar un episodio violento para mantenerse relevante en un contexto donde su influencia está en declive.

Cristina Kirchner pidió la liberación de los militantes kirchneristas “tira cacas” que atacaron la casa de Espert

Cristina Kirchner, desde su arresto domiciliario por la condena en la causa Vialidad, vuelve a mostrar su incoherencia política y su oportunismo al defender a militantes detenidos por un acto tan vil como arrojar materia fecal a la casa del diputado José Luis Espert.

 

Esta postura no solo refleja su desprecio por las normas de convivencia democrática, sino que también evidencia su intento de capitalizar un episodio violento para mantenerse relevante en un contexto donde su influencia está en declive. En lugar de condenar un acto que atenta contra la dignidad y la seguridad de un adversario político, elige justificarlo, exponiendo una vez más su inclinación a avalar la violencia cuando le conviene a su narrativa.

Su mensaje en X, donde interpela al presidente Milei tildándolo de “libertario de los ricos” y recordándole un posteo sobre los “chalecos amarillos” en Francia, es un ejercicio de cinismo puro. Comparar un acto de protesta en otro país con un ataque personal y deliberado en Argentina no solo es una falsa equivalencia, sino también un intento burdo de desviar la atención de la gravedad del delito cometido por sus militantes.

La ironía con la que advierte a Milei sobre una posible “apología del delito” no hace más que subrayar su propia contradicción: mientras critica la represión, defiende un acto vandálico que no tiene justificación en ninguna democracia seria.

Además, su pedido de liberación de los detenidos, a quienes llama “pibe y pibas” en un tono que busca empatía y cercanía, trivializa un hecho que merece repudio unánime. Llamarlos “pibe y pibas” no atenúa la gravedad de sus acciones, sino que revela una tolerancia implícita hacia la violencia política que ha caracterizado a su liderazgo.

Esta actitud no solo deslegitima su discurso de defensa de los derechos humanos, sino que también refuerza la percepción de que su proyecto político depende de la polarización y el enfrentamiento, en lugar de propuestas constructivas para un país que necesita unidad.Finalmente, la intervención de Cristina Kirchner en este episodio es un recordatorio de su incapacidad para adaptarse a un contexto político que ya no le responde como antes.

Su retórica, cargada de burla y provocación, no solo carece de la estatura que se espera de una exmandataria, sino que también aliena a quienes buscan un debate político basado en ideas y no en agresiones. Mientras se aferra a una base militante cada vez más radicalizada, su defensa de actos como este no hace más que profundizar el rechazo de una sociedad que, cansada de la confrontación, aspira a un liderazgo más responsable y menos visceral.

 


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