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COVID-19 EN ARGENTINA

El Covid y las visitas prohibidas: recién se habilitaron cuando había 13 mil muertos en el país

Los parientes de esos pacientes no pudieron despedir en sus últimos días a las víctimas de la pandemia internadas.

Sylvia Brunoldi, titular de la Liga Argentina de Protección al Diabético, durante su participación en el parte de 7 de septiembre de 2020.
Sylvia Brunoldi, titular de la Liga Argentina de Protección al Diabético, durante su participación en el parte de 7 de septiembre de 2020.

Era un invierno áspero cuando falleció el marido de Sylvia Brunoldi, titular de la Liga Argentina de Protección al Diabético (LAPDI). Ese 24 de agosto de 2020, el informe oficial vespertino del Ministerio de Salud reportaba 5.352 muertes por Covid. Por fecha real de muerte, los decesos superaban el doble. La mayoría, personas cuyos familiares no pudieron acompañar o despedir en las internaciones. Esto, a diferencia de Brunoldi que, reveló este jueves, tuvo una contemplación especial.

Hay que desempolvar conceptos. El “dataset” de Salud reconoce 11.908 fallecidos por Covid al 24 de agosto del primer año de pandemia. Para el verano, la cifra se cuadruplicaría. Son números que lastiman siempre, pero especialmente ahora, cuando rebotan las palabras de Brunoldi, de quien se deduce que entonces habrá suplicado acompañar a su esposo internado. Lo logró.

“Me pongo en los zapatos de los familiares que partieron durante la cuarentena. No soy quien para juzgar”, arrancó Gastón Recondo, periodista deportivo, que, en diálogo con este medio, analizó la desconcertante confesión de la presidenta de LAPDI.

Por la cuarentena estricta, Recondo no pudo ver a su padre durante 70 días. Falleció a fines de mayo de 2020, pero un par de días antes habían logrado verse. Hay que imaginar esa escena: el padre, internado. El hijo, a diez metros de distancia, deseándole feliz cumpleaños.

En agosto de 2021, Recondo fue una de las voces que conmovió públicamente con su irritación dirigida al Presidente Alberto Fernández, por haberles “faltado el respeto a todos". Se acaba de conocer la noticia de la fiesta de cumpleaños en la quinta de Olivos, también durante la -supuestamente dura- cuarentena.

“La pregunta no es por la empatía hacia quien pidió ayuda  para ver a un familiar internado sino hacia quien la otorgó. Es decir, si el poder político de turno discriminó o no según la orientación política del beneficiado. El que pide, lo hace en medio de la angustia, el dolor, la tristeza. No me voy a poner yo en juez”, dijo, en alusión al caso de Brunoldi.

“Si hubiera tenido la oportunidad de despedir a mi padre, a quien estuve sin ver 70 días antes de su muerte, lo habría hecho. No soy quien para juzgar. El tema es que los que imponen las restricciones, deben ser los primeros en cumplirlas”.

Inoportuno agradecimiento

Las polémicas declaraciones de Brunoldi ocurrieron en el CCK, en un encuentro liderado por la ministra de Salud Carla Vizzotti, frente a un público ligado al ámbito de la salud, las asociaciones científicas y otros actores de la sociedad civil.

La mujer agradeció (“en un acto de torpeza”, opinó Recondo) “a Carla”, ya que “gracias a ella” pudo despedirse de su esposo.

Además, porque impulsó “el decreto” que se publicó el 31 de agosto, que permitió despedir a familiares que atravesaban “los últimos días”. “No quiero imaginar lo que hubiera sido la pandemia sin un Ministerio de Salud, con sólo una Secretaría, como era”, reflexionó frente al público. Para ese momento las muertes ya llegaban a 13.782.

Brunoldi informó que, como ella, otras personas visitaban familiares enfermos por Covid en el Sanatorio Anchorena. Cualquiera recordará que, por esos días, las autoridades restringían con firmeza esa posibilidad al resto de la población.

Es fácil imaginar un puñado grande o chico de permisos discrecionales (si ocurrió con otros temas, por qué no con este), algo que la ministra Vizzotti negó este viernes, cuando dijo que el Ministerio de Salud no autorizaba esas visitas.

Escenarios desparejos

Las explicaciones que intentó dar Vizzotti chocan cuando se las aplica a cientos de historias de familiares de personas internadas, con o sin Covid, en esos días.

Está, por ejemplo, el resonante caso de Solange Musse. Este viernes, su padre, Pablo, habló con Clarín. Conservaba en carne viva la indignación de 2020.

Lo suyo también ocurrió en agosto. Solange murió nueve días antes del decreto flexibilizador. Tenía 35 años y llevaba una década luchando contra el cáncer.

Infructuosamente, Pablo intentó viajar de Neuquén a Córdoba para verla, en "sus últimos días", concepto que, como se dijo arriba, cuadraba con una figura oficial: SUD ("sus últimos días").

No logró siquiera intentar entrar al hospital donde estaba su hija porque ni siquiera logró traspasar la frontera de Córdoba.

El test de Covid que le exigieron las autoridades dio dos veces “dudoso”. De esos resultados, el personal de turno aventuró “Covid positivo”. Lo humillaron, empujándolo a volver a casa, escoltándolo hasta Neuquén. A falta de un patrullero, pusieron ocho a cargo de esa tarea.

Lo que no se olvida de la pandemia

“Ya sabíamos que hubo mucho más que la fiesta de Olivos, que el vacunatorio VIP y que el velorio de Maradona. Es la impunidad lo que le permite a esta gente hacer lo que quiere. La falta de Justicia en la Argentina es la causante de estas atrocidades”, lanzó.

Recondo, en tanto, recordó un dato estremecedor: “Cuando escuché a Brunoldi, lo primero que me sorprendió es que justo fuera la presidenta de la liga de la diabetes. Que justo ella tenga estrecho vínculo con el Gobierno, cuando la entonces presidenta Cristina Kirchner definió la diabetes como una 'enfermedad de ricos', de personas de alto poder adquisitivo”.

A pocos días de que se cumplan tres años desde la muerte de Solange, su padre siente un sinsabor: que para las autoridades “hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda”.

“Nosotros seguimos en la lucha de justicia por Sol”, concluyó, y recordó palabras de su hija: “Hasta mi último suspiro tengo mi derecho”.


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