En un nuevo capítulo de desopilantes culebrones norteños, la intendenta de General Mosconi, Ana Guerrero, se metió en un lío de aquellos al ser denunciada por agredir físicamente a Sandra Viviana Cruz, una empleada administrativa de la Clínica San Antonio, en Tartagal.
El escándalo, que estalló el jueves 25 de septiembre pasadas las 10 de la mañana, tiene todos los condimentos de un sainete: acusaciones de infidelidad, golpes, tirones de pelo y una torcedura de tobillo que dejó a la víctima rengueando. Todo, claro, a un mes de las elecciones del 26 de octubre, cuando la política salteña ya está más caliente que asado en enero.
Según la denuncia que ya circula más rápido que chisme en peluquería, Guerrero irrumpió en la clínica con la sutileza de un camión sin frenos y encaró a Cruz con un “¡Así que vos sos la alcahueta de mi marido!”. De ahí, la cosa escaló como pelea en cancha: la intendenta, lejos de calmar las aguas, habría pasado a los bifes con cachetadas, empujones y hasta un tirón de pelo que mandó a Cruz al suelo, torciéndose el tobillo en el proceso. El show, para colmo, tuvo público: compañeros de trabajo, el gerente y el director de la clínica fueron testigos de la escena, que ya es la comidilla en cada esquina de Tartagal.
Pero la historia no arranca en la clínica. Un día antes, el miércoles 24, Guerrero habría llamado a Cruz para marcarle la cancha. “Ya vas a ver mañana, y si sos tan macha, veremos qué podés hacer”, le habría dicho, según consta en la denuncia, con un ultimátum que incluyó un “que te echen de la clínica”. La empleada, que no se quedó callada, denunció no solo la agresión física, sino también el daño psicológico de semejante intimidación. El parte médico, que ya está en manos de la Justicia, respalda las lesiones de Cruz, mientras las redes sociales de Salta hierven con memes y comentarios que no le dan respiro a la intendenta.
- La denunciante sostiene que su relación con el marido de la intendenta es estrictamente laboral y niega cualquier vínculo personal; la hipótesis que circula —según fuentes consultadas— es que todo se originó por una cuestión de infidelidad atribuida a la propia jefa comunal, descubierta por su actual pareja.
Desde el entorno de Guerrero, intentaron apagar el incendio con nafta: aseguraron que la jefa comunal “reaccionó en defensa propia” tras un supuesto ataque verbal de Cruz. Pero, la verdad, el argumento no convence ni al loro del vecino. La intendenta, que no es nueva en meter la pata en redes sociales, salió a pedir disculpas públicas, agradeciendo de paso a los vecinos que, según ella, la bancaron. Sin embargo, el repudio fue más fuerte que viento en el Chaco salteño: en Mosconi y Tartagal, le exigen que deje los dramas personales y se ponga las pilas con los problemas reales del municipio.
Porque, si algo deja claro este escándalo, es que el norte salteño no está para telenovelas. Mientras Guerrero protagoniza estas escenas, la salud pública en la región cruje, la infraestructura está más olvidada que ruta secundaria y la situación social es un polvorín. En plena campaña electoral, cuando cada voto cuenta, la intendenta parece más enfocada en ajustar cuentas personales que en mostrar gestión. Y eso, en una provincia donde la política se vive con pasión, no se perdona fácil.
El caso, que ya está en la Justicia, pone a Guerrero bajo la lupa no solo por su conducta, sino por su capacidad para liderar sin convertir el municipio en un reality show. En Salta, donde las elecciones del 26 de octubre prometen ser un hervidero, este episodio no hace más que recordarnos que, a veces, los problemas de alcoba terminan siendo el peor enemigo de la política. Mientras tanto, en Tartagal y Mosconi, la gente espera que sus representantes dejen de lado los chismes y se ocupen de lo que realmente importa: el futuro de la provincia.