La lucha contra el contrabando volvió a marcar un capítulo de alto impacto en la provincia de Salta. En un operativo que llamó la atención por la magnitud de lo secuestrado y la astucia empleada para disimular la carga, la Gendarmería Nacional decomisó casi cinco toneladas de hojas de coca ocultas bajo una montaña de alimento para ganado. El procedimiento, ocurrido en la localidad de Urundel, dejó expuesta la escala millonaria que mueve esta actividad ilícita en las rutas del norte argentino, donde el tráfico de mercadería de origen extranjero sigue siendo una de las principales preocupaciones de las fuerzas de seguridad.
El caso se suma a una serie de controles reforzados en toda la zona limítrofe, especialmente en el corredor que conecta Orán, Pichanal y el acceso a la provincia de Jujuy, un trayecto históricamente aprovechado por redes de contrabandistas. Aunque el movimiento de hojas de coca en pequeña cantidad es habitual en consumidores del norte del país, el traslado masivo y sin documentación convierte el producto en mercancía ilegal sometida al Código Aduanero, con cifras que superan ampliamente las economías domésticas y se mueven en torno a niveles industriales.
El operativo que terminó con la incautación se inició luego de que la Unidad de Investigaciones de Delitos Complejos y Procedimientos Judiciales de Orán emitiera una alerta sobre un rodado que podría estar trasladando carga irregular. Con esa información, el Escuadrón 20 instaló un control móvil en la zona de Urundel, una localidad estratégica por su ubicación sobre la Ruta Nacional 34, uno de los corredores más transitados del norte salteño.
Pasadas las 22 del martes, los gendarmes detuvieron un camión Volvo con semirremolque que había salido desde Pichanal. A simple vista, el transporte llevaba 29 toneladas de expeller de soja, un subproducto muy común en la alimentación de ganado. Sin embargo, la actitud del conductor —un ciudadano boliviano— y ciertas inconsistencias en la documentación llamaron la atención del personal. Al revisar superficialmente la carga, los efectivos detectaron indicios que sugerían la presencia de bultos ocultos entre la mercadería declarada.
La maniobra no era improvisada. Según confirmaron después, los paquetes estaban distribuidos de manera irregular entre el alimento, como una capa interna cuidadosamente calculada para evitar que los bultos quedaran expuestos desde la parte superior o desde los laterales del semirremolque. De no haber mediado una alerta previa, la carga podría haber atravesado los controles sin que nadie lo notara. Por eso, los gendarmes solicitaron autorización a la Fiscalía Federal Descentralizada de Orán para trasladar el vehículo hasta la Unidad y realizar una requisa completa.
Una vez en el lugar, el panorama quedó totalmente esclarecido. Bolsa por bolsa, el personal comenzó a retirar los bultos escondidos, hasta contabilizar un total de 217 unidades. El peso final sorprendió incluso a los investigadores: 4.779 kilos y 500 gramos de hojas de coca en estado natural. Cuando se suma el resultado de un procedimiento paralelo realizado en Córdoba, el total general asciende a 5.235 kilos y 500 gramos, superando la marca de las cinco toneladas.
La cifra es impactante no solo por el volumen, sino también por su valor económico. Según estimaciones oficiales, el cargamento secuestrado en Salta supera los $337 millones, una suma que grafica la fuerza del mercado ilegal de hojas de coca en la región. Aunque este producto forma parte de prácticas culturales arraigadas, su comercialización a gran escala sin los permisos correspondientes genera un flujo financiero que alimenta cadenas ilícitas vinculadas al contrabando de frontera.
El conductor quedó supeditado a la causa judicial y el camión fue incautado, como establece la Ley 22.415 del Código Aduanero. El caso continúa bajo investigación para determinar si el involucrado actuaba solo o si forma parte de una estructura mayor dedicada al traslado sistemático de mercadería ilegal hacia distintos puntos del país.
La elección del expeller de soja como cobertura tampoco es casual. En los últimos años, distintos operativos demostraron que los contrabandistas recurren a cargas pesadas y difíciles de revisar para esconder mercadería ilegal: granos, alimentos balanceados, frutas en cajón, productos forestales e incluso chatarra prensada. En todos los casos, el objetivo es el mismo: dificultar al máximo la detección de los bultos y reducir el tiempo de inspección para evitar demoras que puedan levantar sospechas.
En Salta, esta modalidad se volvió particularmente frecuente en los corredores que conectan con Bolivia. El constante flujo de camiones, sumado a la amplitud de la frontera y la necesidad de sostener la actividad productiva regional, obliga a las fuerzas a trabajar con inteligencia previa, operativos sorpresa y controles dinámicos. De hecho, la alerta que permitió este secuestro surgió de una investigación en curso sobre movimientos irregulares en la zona de Orán.
El impacto económico del contrabando en el norte argentino es un problema que trasciende lo policial. Para los productores locales, la competencia de mercancías ilegales afecta la rentabilidad y distorsiona los precios internos. En el caso de la hoja de coca, el fenómeno toma un cariz distinto: no se trata de un producto que compita con actividades locales, pero sí de un negocio que genera ganancias millonarias fuera de todo control fiscal, sin aportes tributarios y con conexiones que pueden derivar en otros circuitos ilegales más complejos.