Nicolás Cordeyro tiene 31 años y la voz quebrada de quien todavía no puede creer lo que le pasó a su viejo: “Decir que el caso está esclarecido fue un golpe durísimo. Nosotros queremos saber qué le pasó a mi papá, nada más”.
El 27 de septiembre pasado, el comisario Vicente Cordeyro (55) desapareció después de salir de su casa en barrio Grand Bourg. Dos días después apareció su Renault Symbol abandonado en la ruta 28. Y el 3 de octubre hallaron su cuerpo carbonizado al pie del cerro Elefante.
Desde entonces, la Fiscalía Penal de Graves Atentados contra las Personas, a cargo de Gustavo Torres Rubelt, sostiene la hipótesis de suicidio: el policía se habría rociado nafta, prendido fuego y caminado varios metros antes de morir.
Para la familia eso no cierra por ningún lado
“Escuchar al procurador general Pedro García Castiella decir hace una semana que el caso estaba ‘totalmente esclarecido’ fue shockeante”, cuenta Nicolás. “Nosotros no teníamos información clara, seguíamos esperando pericias, resultados que nunca llegaron completos y de repente nos sueltan eso. ¿Cuál es la prisa? Mi papá no va a volver, pero tenemos derecho a saber la verdad”.
La relación con el Ministerio Público Fiscal está rota. “Siempre dicen que están en contacto con la familia, pero la realidad es que casi todo lo que sabemos lo supimos por los medios o por comunicados. Nosotros estuvimos desde el primer minuto en el lugar donde encontraron el auto, preguntando, buscando respuestas, y muchas veces nos enteramos de cosas por WhatsApp o por la tele”, asegura.
Uno de los puntos que más le molestan es la filmación que mostró la Fiscalía: un hombre caminando solo rumbo al cerro Elefante la mañana del 3 de octubre. Para los investigadores es Vicente Cordeyro. Para la familia, no.
“Desde el día uno dijimos que no lo reconocemos. La forma de caminar no es la de mi papá, el bolso que lleva no es de él, la fisonomía no nos cierra. Les planteamos todas esas dudas y nunca nos explicaron qué métodos usaron para decir que era él. Queremos ver los informes, queremos entender”, exige Nicolás.
Otro tema que genera desconfianza es el supuesto reconocimiento de los objetos encontrados en la escena. “Eso fue una mentira. A nosotros nunca nos llamaron para reconocer nada. Ni el reloj, ni la alianza, ni la ropa. Nunca. ¿Cómo pueden decir que la familia reconoció los elementos si ni siquiera nos convocaron?”, dispara.
La familia ya contrató al abogado penalista Marcelo Arancibia y en los próximos días se constituirá formalmente como querellante. “Estamos avanzando con el doctor Arancibia para meterse de lleno en el expediente. Hay un montón de datos que todavía no tenemos. El abogado nos dijo que vayamos con calma, que hay que analizar todo, pedir contrapericias si hace falta, incluso una reconstrucción de los hechos. Sentimos que falta muchísimo por investigar”.
Nicolás recuerda que su padre había denunciado públicamente causas pesadas: narcotráfico, sicarios, bandas organizadas. “Mi viejo no denunciaba robos de gallinas. Denunciaba cosas serias que pasan en Salta: droga que se incauta todos los meses, condenas a narcos, sicarios que están presos por matar por encargo. Eso no es verso, es realidad. Y cuando alguien denuncia eso, pasa lo que pasa”.
Tres días antes de desaparecer, el propio procurador García Castiella mencionó en una entrevista radial que Cordeyro le había acercado información clave en el caso Jimena Sala, la joven desaparecida en 2015 cuyo cuerpo nunca apareció. Para la familia, esa exposición fue innecesaria y peligrosa.
“Me dio miedo. Mi papá daba su opinión como cualquiera, pero de repente el procurador lo pone en el centro de la escena, revela que había sido fuente de información en una causa que todavía está abierta, con ADN sin identificar y un montón de dudas. ¿Para qué exponerlo así?”, se pregunta Nicolás.
Sobre la hipótesis del suicidio, la familia es tajante: “No lo creemos. Nadie en la familia, nadie del entorno. Es imposible imaginar a mi viejo haciendo algo así. Y encima la escena… prenderse fuego, caminar 200 metros quemándose vivo, dejar el celular derritiéndose… no hay forma de que eso encaje. No soy perito, pero cualquier persona con sentido común ve que hay cosas que no cierran”.
El recuerdo de Vicente Cordeyro en su casa es el de un tipo presente, familiero, apasionado por la fotografía y por el fútbol. “Era mi héroe. Me enseñó a patear la pelota, me contagió el amor por sacar fotos. Siempre estaba, para todos nosotros. Por eso duele tanto que intenten cerrar esto diciendo que se suicidó. Mi papá no era así”.