En 1692, la ciudad de Salta enfrentó terremotos devastadores que amenazaban con destruirla por completo. Los habitantes, aterrados, buscaron refugio y consuelo en la Catedral Basílica, donde se encontraban dos imágenes traídas décadas antes desde Córdoba por vía fluvial: el Señor del Milagro, un Cristo crucificado, y la Virgen del Milagro.
Durante uno de los temblores más fuertes, la Virgen se cayó de su pedestal, mientras que el Señor permaneció firme. Los fieles comenzaron a rezar con todas sus fuerzas, y según la tradición, los terremotos cesaron milagrosamente, salvando a la ciudad de la destrucción.
Desde entonces, las imágenes se convirtieron en el símbolo protector de Salta. Cada septiembre, la ciudad celebra la Fiesta del Milagro, donde miles de devotos participan en procesiones, rezos y cantos, recordando aquel momento histórico que unió fe, historia y comunidad.
La historia de estas imágenes no solo habla de devoción religiosa, sino también de la identidad cultural de Salta, que mantiene viva la memoria de un milagro que cambió la vida de sus habitantes para siempre.