La Iglesia Católica entra en una etapa de deliberación marcada por la incertidumbre. Con la muerte del papa Francisco a los 88 años, el foco se desplazó hacia el próximo cónclave en el Vaticano, donde 135 cardenales con derecho a voto deberán designar al nuevo líder espiritual de más de mil millones de fieles, aunque todo indica que sólo serán de la partida 133 cardenales: el bosnio Vinko Puljić y el arzobispo emérito de Valencia Antonio Cañizares, ambos de 79 años, adelantaron no asistirán por “motivos de salud”.
Pese a la proliferación de listas de favoritos, el historial de elecciones papales invita a la cautela. El propio Jorge Mario Bergoglio no figuraba entre los candidatos más mencionados cuando resultó electo en 2013. En cambio, uno de los nombres más fuertes en aquella ocasión era el del cardenal Odilo Scherer, arzobispo de San Pablo, quien ahora vuelve a Roma como uno de los posibles papables.
En una entrevista con la radio CBN, Scherer afirmó que la elección no debería implicar una ruptura con el legado de Francisco: “La misión de la Iglesia es la misma, continúa. El papa no actúa de manera autocrática, sirve a la Iglesia que existe y también sigue reglas que están establecidas internamente en la vida de la Iglesia. Ahora bien, dependerá mucho del carisma personal, y eso, en general, es lo que más aparece ante la opinión pública. Estoy seguro de que habrá un papa que llevará adelante esta misma actitud de apertura al mundo, de diálogo, de acogida”.
El cardenal brasileño remarcó que el próximo pontífice debería mantener temas como la sostenibilidad entre las prioridades de la Iglesia, sin relegar valores fundamentales: “El papa Francisco también decía que estamos todos en el mismo barco, y, en ese barco, o remamos juntos o nos hundimos juntos. Y, de hecho, nuestro mundo está interconectado en todos los sentidos, y por eso es necesario crecer también en la solidaridad que nosotros llamamos comunión, respeto, fraternidad recíproca”.
Consultado sobre el posible origen del nuevo papa, Scherer fue tajante: “Existe una conciencia más clara en la Iglesia, y creo que también en la opinión pública en general, de que el papa no necesita ser europeo, no necesita ser italiano, no importa de qué país venga, lo que importa es que tenga el carisma y que cumpla bien su misión”.
Quién será el próximo Papa
La experiencia reciente respalda su observación. En 1978, el polaco Karol Wojtyla fue electo contra todo pronóstico. Lo mismo ocurrió en 2005 con Joseph Ratzinger, cuyo nombramiento respondió a un delicado equilibrio interno. En 2013, Francisco se impuso tras solo cinco rondas de votación. Como suele decirse en Roma, “quien entra al cónclave como papa, sale como cardenal”.
Entre los nombres que suenan para esta elección figuran Matteo María Zuppi (Italia), Luis Antonio Tagle (Filipinas), Pietro Parolin (Italia), Péter Erdő (Hungría), Jean-Marc Aveline (Francia), Gerald Lacroix (Canadá), Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo), Robert Francis Prevost (Estados Unidos), Cristóbal López (España-Paraguay), Pablo Virgilio David (Filipinas), Robert Sarah (Guinea) y el propio Scherer.
El sacerdote jesuita Michael Czerny, también participante del cónclave, expresó que el proceso buscará priorizar lo espiritual: “Todos estarán incluidos y vamos a seguir el impulso del Espíritu Santo para escoger lo mejor posible al sucesor de Pedro, al sucesor del papa Francisco”.
Según el teólogo católico estadounidense Bill Cavanaugh, la elección será especialmente difícil de anticipar. “Una de las razones por las que es difícil predecir quién será el próximo papa es que el papa Francisco ha nombrado aproximadamente al 80% de los cardenales con derecho a voto”, explicó. “Y lo ha hecho de una forma sin precedentes, eligiendo cardenales de lugares relativamente desconocidos —como Mongolia o la República Centroafricana— y dirigiendo su mirada hacia las periferias”.
Ese enfoque, indicó el experto, genera un cuerpo electoral diverso y poco previsible: “Muchos de estos cardenales no se conocen bien entre sí. No suelen ser figuras internas que hayan pasado años en el Vaticano tejiendo relaciones o adquiriendo influencia. Y eso también puede abrir la puerta a una elección menos previsible”.
Anders Arborelius, el primer cardenal en la historia de Suecia, un país con muy pocos católicos y de tradición mayoritariamente luterana, dijo, en tono irónico: “Sería divertido tener un papa sueco, pero creo que es poco probable. Muy poco probable”.
Desde el siglo XIII, los papas se eligen en cónclaves cerrados bajo un régimen de aislamiento absoluto. Las papeletas se destruyen tras cada ronda de votación, y el único indicio visible del resultado es el humo blanco que emerge de la chimenea de la Capilla Sixtina. La Iglesia se prepara una vez más para una decisión crucial, en un clima de sigilo, solemnidad y expectativa global.