Las calles de Salta se tiñeron de fervor y devoción. Más de 15 mil personas, según datos policiales, se congregaron para honrar a San Cayetano, el santo patrón del pan y el trabajo.
Familias enteras, jóvenes y adultos mayores caminaron juntos en una procesión que recorrió las principales avenidas de la ciudad, desde el santuario hasta Plaza España, donde culminó con una emotiva misa central.
La imagen de San Cayetano, adornada con flores y velas, fue el epicentro de las miradas. Los fieles, muchos con lágrimas en los ojos, cargaban estampitas, rosarios y ofrendas, pidiendo por trabajo, salud y estabilidad en un contexto económico desafiante. “San Cayetano siempre nos escucha”, expresó María, una vecina de 45 años que asistió con sus hijos para agradecer por un empleo conseguido tras meses de búsqueda.
Un clamor colectivo por el trabajo
En Argentina, donde la incertidumbre laboral es una preocupación constante, la procesión de San Cayetano adquiere un significado especial. Los pedidos de los devotos reflejaron las necesidades de una sociedad que busca salir adelante: desde jóvenes que sueñan con su primer empleo hasta adultos mayores que piden por la estabilidad de sus familias. “Vengo todos los años a pedir por mi hija, que está buscando trabajo. La fe me da fuerza para seguir”, compartió Juan, un jubilado de 70 años.
La celebración no solo fue un acto de fe, sino también un espacio de comunidad. Los asistentes cantaron, rezaron y compartieron historias de superación, creando un ambiente de solidaridad que resonó en cada rincón de la procesión. La organización impecable, con controles policiales y voluntarios, permitió que la jornada transcurriera en paz y con un mensaje de esperanza.
Plaza España: El cierre que emocionó a todos
La procesión culminó en Plaza España con una misa central que reunió a miles de fieles bajo el cielo salteño. El arzobispo local, en su homilía, destacó la importancia de la fe como motor para enfrentar las adversidades. “San Cayetano nos enseña que el trabajo digno es un derecho y una bendición. Hoy, más que nunca, debemos apoyarnos como comunidad”, afirmó, generando aplausos entre los presentes.
El momento más conmovedor llegó cuando los devotos alzaron sus ofrendas: espigas de trigo, velas y cartas con pedidos escritos a mano. Para muchos, este acto simbolizó la entrega de sus preocupaciones al santo, confiando en que sus oraciones serán escuchadas. La plaza, iluminada por las velas, se convirtió en un escenario de unión y espiritualidad.