El domingo 16 de julio, vecinos de Green Head, una playa a 250 kilómetros de Perth, en Australia, vieron algo extraño flotando cerca de la costa.
Un objeto dorado, del tamaño de un Mini Cooper, que no se parecía a nada que hubieran observado antes. Lejos de atemorizarse, con unas sogas lo arrastraron hasta la arena, como si se tratara de una ballena varada, y revolucionaron el poblado.
El armatoste estuvo allí prácticamente dos semanas alimentando especulaciones sobre su origen. Restos de una nave extraterrestre, parte del fuselaje de un avión estrellado, la columna rota de alguna ciudad submarina.
Selfies, videos y los noticieros locales aumentaron la notoriedad de Green Head. Hasta que la Agencia India de Investigación Espacial reconoció que era parte de uno de los cohetes, el PSLV, que habitualmente usan para poner satélites en órbita. Fin del misterio.