El piloto argentino de Fórmula 1, Franco Colapinto, sufrió una carrera para el olvido en el GP de Hungría, donde la falta de eficacia de su equipo Alpine lo dejó sin chances de competir por mejores posiciones. A pesar de sus esfuerzos, las dos paradas en boxes de más de 7 segundos lo hundieron en la clasificación.
Desde el inicio, Colapinto no la tuvo fácil. Partía desde una posición poco favorable y perdió cuatro lugares apenas largó. A la altura de la vuelta 14, se encontraba 19°, superando solo a Nico Hülkenberg. Fue entonces cuando decidió ingresar a boxes por primera vez.
La parada debía ser rápida, estratégica. Sin embargo, los mecánicos del equipo Alpine tardaron más de 7 segundos en el cambio de neumáticos. En la Fórmula 1, donde cada milésima cuenta, ese tiempo es una eternidad. La frustración se escuchó clara y fuerte por la radio del piloto: “¡Dios mío!”, exclamó, mientras regresaba a la pista en el último lugar.
Lamentablemente, la historia se repitió. En la vuelta 37, volvió a parar en boxes y nuevamente se encontró con una demora idéntica. La bronca fue aún mayor, y no dudó en expresarla con un desahogo: “¡Dios mío… La p… madre!”, soltó con impotencia.
Ya sin ritmo competitivo y afectado psicológicamente por los errores en boxes, Colapinto no pudo recuperarse. Finalmente, terminó 18° en la clasificación oficial. Solo superó a Oliver Bearman, quien abandonó, y a Pierre Gasly, que recibió una penalización.
Para el joven de Pilar, fue una carrera que deja más preguntas que respuestas. ¿Qué está pasando con Alpine? ¿Por qué siguen ocurriendo estos errores básicos en momentos clave? La reacción de Colapinto es comprensible: puso el cuerpo, manejó con garra, pero desde el box no estuvieron a la altura.
Mientras Colapinto luchaba contra los fantasmas de su propio equipo, en la punta de la carrera todo fue una fiesta para McLaren. Lando Norris se quedó con la victoria, seguido por su compañero Oscar Piastri. El Mercedes de George Russell completó el podio, en una jornada donde las estrategias sí funcionaron a la perfección.
Para el automovilismo argentino, el presente de Colapinto en la F1 genera ilusión, pero también preocupación. Las oportunidades no abundan y cada error pesa doble. Una parada mal ejecutada no es solo un mal momento: puede costar el desarrollo de una carrera, la confianza del piloto y el futuro en la categoría.
A pesar del sabor amargo, Colapinto sigue sumando experiencia en la máxima categoría. El talento está, las ganas también. Pero necesita un equipo que lo respalde con eficacia y profesionalismo. Su frustración no es solo una reacción impulsiva: es el reflejo de alguien que sabe lo que puede dar, pero no encuentra el soporte técnico necesario.
La Fórmula 1 no perdona, y cada detalle cuenta. Para un piloto joven como él, que busca afianzarse entre los grandes, cada carrera es una vidriera. Y aunque los resultados no fueron los esperados, su actitud y su sinceridad resonaron en las redes sociales, donde los fanáticos argentinos salieron a bancarlo.
Queda claro que el foco ahora está puesto en Alpine. Dos errores idénticos, en una misma carrera, hablan de una falta de coordinación que no puede repetirse. Colapinto demostró tener carácter y reflejos. Pero en la F1, eso no alcanza si el equipo no acompaña.
Tras la carrera, las redes se llenaron de mensajes de aliento para Franco. Muchos destacaron su profesionalismo, su templanza y su capacidad para decir lo que siente. En un deporte donde muchas veces se impone el silencio, Colapinto se animó a mostrar su bronca.