La Franja de Gaza atraviesa uno de los momentos más críticos desde que comenzó el conflicto armado entre Israel y Hamás. Este lunes, el grupo palestino anunció su aceptación a una propuesta de alto el fuego por 60 días, impulsada por mediadores de Egipto y Qatar. La oferta no solo contempla una pausa temporal en los enfrentamientos, sino también el intercambio de rehenes por prisioneros y el ingreso masivo de ayuda humanitaria para una población que lleva meses sufriendo la devastación.
La respuesta de Israel todavía no llegó oficialmente, pero ya se dejaron ver señales de cautela y presión interna en el gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu. Mientras tanto, el mundo observa con expectativa y preocupación. La posibilidad de una tregua vuelve a abrir una ventana para el diálogo, aunque aún queda mucho por definir.
La propuesta de Egipto y Qatar sigue la línea de un plan previo presentado por Estados Unidos. En concreto, se trataría de un acuerdo escalonado que buscaría frenar la violencia, liberar gradualmente a los rehenes israelíes que siguen en manos de Hamás y permitir el ingreso de alimentos, medicinas y combustible a una zona que ya sufre una catástrofe humanitaria.
En el terreno, la situación sigue siendo extremadamente volátil. Las operaciones militares israelíes continúan, especialmente en la ciudad de Gaza, donde se concentra el poder político y militar de Hamás. La presión bélica parece haber dado resultados, al menos en lo inmediato, ya que desde Israel aseguran que el grupo islamista "está bajo presión extrema" y que por eso volvió a la mesa de negociaciones.
Desde El Cairo, el vocero del gobierno egipcio, Diaa Rashwan, afirmó que la iniciativa tiene el potencial de “poner fin a la guerra” si Israel acepta las condiciones. Con una frase elocuente, remarcó que ahora “la pelota está del lado de Israel”. La expectativa recae sobre Netanyahu, quien enfrenta tensiones internas dentro de su coalición y la exigencia social del retorno de los rehenes.
Por su parte, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, admitió que el cambio de actitud por parte de Hamás es significativo. “Durante semanas se negaron a hablar, y ahora el tema está sobre la mesa. El foco en la ciudad de Gaza es clave: ahí se concentra el corazón militar y simbólico de Hamás”, señaló. El mensaje entrelíneas es claro: la ofensiva israelí está afectando seriamente la estructura del grupo y eso estaría forzando concesiones.
En el plano político, dentro del propio gobierno israelí hay voces que exigen firmeza. Uno de los referentes más duros, el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, expresó a través de redes sociales que este es el momento de tomar decisiones estratégicas. “Netanyahu, no es momento de dudar; es momento de hacer lo correcto por la nación y la seguridad”, escribió, dejando entrever su postura contraria a una tregua si no se cumplen condiciones estrictas.
Mientras tanto, la población civil continúa pagando el precio más alto del conflicto. En Gaza, los servicios básicos están colapsados, la infraestructura está severamente dañada y miles de familias viven en condiciones de emergencia humanitaria. La posibilidad de una pausa de dos meses traería alivio, pero también deja entrever la magnitud del desastre que ya se produjo.
En las últimas semanas, se intensificaron los esfuerzos diplomáticos para forzar una solución temporal. Tanto Egipto como Qatar juegan un rol clave como mediadores en la región, dada su cercanía política con las partes involucradas. La participación de Estados Unidos también fue determinante para reactivar los canales de diálogo, aunque el proceso sigue siendo frágil.
En Israel, la presión interna también pesa. Las familias de los rehenes reclaman medidas urgentes y temen que cualquier dilación comprometa su seguridad. Los sectores más moderados del gobierno ven en esta propuesta una oportunidad para avanzar, aunque sin perder de vista los objetivos militares y de seguridad a largo plazo.
El anuncio de Hamás no significa, sin embargo, una solución definitiva. Las tensiones de fondo siguen latentes, y cualquier tregua será solo temporal si no se abordan las causas estructurales del conflicto. La ocupación, los desplazamientos forzados, el bloqueo económico y la falta de perspectivas políticas reales hacen que cada cese de fuego sea apenas un respiro en una historia marcada por el dolor.
Con todo, este gesto podría marcar un punto de inflexión. Si Israel acepta el acuerdo, se abre una instancia para reducir la violencia y atender la emergencia humanitaria en Gaza. De lo contrario, el conflicto podría escalar nuevamente, con consecuencias aún más graves para una población agotada por la guerra.